Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Un crimen imperfecto

Cartas de los lectores

11 de enero de 2011 - 10:00 p. m.

Los hechos a referir ocurrieron muy en la madrugada del 26 de diciembre de 2010.

PUBLICIDAD

Un automóvil aparece en el río Medellín en la ciudad que lleva el mismo nombre. Se sabe, por declaraciones de tres de los ocupantes, que resultaron ser agentes de policía, que las dos mujeres jóvenes que los acompañaban fueron arrastradas por ese río. Once días después, el cadáver de la más joven es encontrado aguas arriba.

Las explicaciones dadas por los tres patrulleros de la policía, más que aclarar, enredan. Sólo ellos tres se lograron salvar. Dos van al hospital a recibir atención y según, reporte, no tenían ninguna lesión; el otro se va para su vivienda, desde donde pone en alerta a las autoridades. Dicen además que no conocían a las dos muchachas, versión que es desmentida por las familias de una de las víctimas. Es allí mismo que se percatan del cambio de identidad de uno de ellos, que se hacía llamar Santiago y cuyo nombre verdadero resulto ser Guillermo León Marín, el cual trenzó meses antes una relación amorosa con una de las jóvenes. Otra falsedad que salió a flote: el carro en el que se movilizaban resultó gemelo, dos carros con la misma placa. Esto valió para que el general Óscar Naranjo sentenciara la desconfianza de su institución en estos tres subalternos y, acto seguido, los destituyeron.

Vienen una serie de dudas. Un mensaje de celular a una de las jóvenes que le dice que no tenga miedo. Un carro con las puertas cerradas y por donde escaparon tres de sus ocupantes, los tres policías y las dos mujeres que fueron arrastradas por la corriente. Una salida de rumba en donde no se toma licor, según se deduce de la prueba de alcoholemia, que dio negativo. El detalle que más malicia despierta es el de la intención de retención por parte de un policía de la cédula de ciudadanía de una de las jóvenes, con la cual se cobraría una recompensa. Esta práctica ha sido común en muchos casos.

Esta política de recompensas recuerda la circular militar que propiciaba estímulos para ascensos y pagas en dinero por las bajas enemigas. El país entero lo conoció con el eufemismo de los falsos positivos, que no fue más que cantidad de inocentes asesinados que hicieron pasar como guerrilleros para obtener tales estímulos.

Read more!

Una pregunta surge para estos aparatos de Seguridad estatal: ¿Qué hace que sus guardianes tengan una moral tan adversa a la de proteger y cuidar del bienestar de la ciudadanía? Algo está pasando con la moral de la tropa, con esos obreros, como para que la institucionalidad no confíe en ellos. Muchos asesinatos quedan en la impunidad, otros pocos salen a la luz... pero sólo gracias a que son crímenes imperfectos.

Mauricio Castaño H. Bogotá.

Envíe sus cartas a lector@elespectador.com.

Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.