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‘Un poeta’ lleva gente al cine, y esa es su mayor virtud

Cartas de los lectores

19 de septiembre de 2025 - 12:00 a. m.
La película "Un poeta", de Simón Mesa Soto, fue galardonada en el Festival de Cannes.
Foto: JUAN SARMIENTO / OCULTISMO

Ya han pasado algunas semanas desde el estreno de Un poeta en Colombia, y tras la avalancha de críticas, reseñas e innumerables comentarios, quizá sea el momento de hablar en serio de lo que esta película significa, para la industria, para sí misma y su narrativa.

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Quienes ya la vieron no nos dejarán mentir: Un poeta es una película que abarca la cotidianidad colombiana de la manera más sencilla posible. Quizá solo un puñado de colombianos y colombianas quiera ser poeta, pero lo que sí sabemos es que millones se sienten frustrados y, en ese sentido, son “fracasados”. Y esto no es culpa de los y las colombianas. La pobreza, el hambre, la falta de educación de calidad, los embarazos adolescentes y, por supuesto, la violencia impiden que la mayoría de colombianos y colombianas puedan romper las barreras que no permiten concebir la desigualdad.

Como ya es bien sabido, el mayor factor para determinar la posición económica en la que uno morirá no son las ganas, ni los cursos de trading que se compren, ni si se nace inteligente o no; es el haber nacido en una familia empobrecida o con recursos. Ya lo dijo la OCDE en el 2018, once generaciones para salir de la pobreza, ¿eso cuántas faltas de oportunidades y sueños perdidos son?

Y esa es la mejor crítica que hace Un poeta. Cómo se puede concebir el arte desde otro punto de vista, quitándose la idea de que solo bajo la academia se puede disfrutar lo que nace del corazón, o que los pobres solo pueden pensar en hambre y cambios. También juega con la idea (cierta) de que quienes tienen un poco más de recursos, son capaces de soslayar la voluntad de los y las empobrecidas, quienes, como “pobres”, se obligan a someter su voluntad o integridad.

Los sueños de los ricos y la cotidianidad de los ricos no son los mismos que los de los y las empobrecidas. Los y las pobres sueñan con los tres golpes diarios y ojalá proteína para los suyos, mientras que los ricos o los “no pobres” pueden darse bajo su concepto el privilegio de soñar ser poeta. Y es que fracasar es solo un privilegio de quien al menos tiene sueños.

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Quizá otro de esos sueños inverosímiles de quienes al menos pueden soñar es conseguir lo que ha logrado esta película: llevar gente al cine. Algunos irán a criticar, otros a reírse de sí mismos, otros a entender referencias intelectuales, otros obligados por un entusiasta. Esta película cumplió su sueño, consiguió financiación de muchas organizaciones, incluyendo al propio Estado, y cuenta con una campaña de marketing inteligente que empezó en Cannes.

Bajada la espuma, solo podemos esperar más proyectos así, porque Un poeta no es pretenciosa: es la representación de una cotidianidad conocida para más de la mitad de colombianos y colombianas, es diferente a lo que estamos acostumbrados, no hay finales felices porque la vida real es como diría Paul Auster es “la suma de múltiples contingencias”. Queremos pensar que esta película es como José Asunción Silva en el billete de cinco mil pesos y, que si seguimos construyendo, algún día llegaremos al de Gabriel García Márquez en el de 50 mil.

Daniel Santiago Leguizamón Figueroa y Jessica Tobar

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