Pocos días antes de finalizar 2010, Samuel Moreno Rojas, el alcalde mayor de Bogotá, se aprovechó de que la gente estaba de vacaciones para abusar de su autoridad en forma descarada y en beneficio propio.
Su alcaldada, ejecutada por la alcaldesa de Chapinero, Blanca Inés Durán, consistió en demoler un muro que por más de treinta años servía de lindero a la propiedad privada del edificio El Mirador, colindante con el edificio Santiago, donde el Alcalde vive en un apartamento de su propiedad. Ahora el Distrito pretende levantar un nuevo muro metro medio más adentro, agrandando el acceso al edificio de Moreno y recortando la propiedad de sus vecinos. Se trata de un ejemplo clásico de lo que en el campo colombiano se conoce como “correr la cerca”.
Estoy vinculado al edificio El Mirador desde que se inició su construcción y por eso doy fe de que hace 35 años se construyó un muro de contención en cemento armado dentro de la propiedad, siguiendo las medidas de los planos de construcción aprobados por el Distrito. En la parte de atrás del edificio existía entonces un camino peatonal conectado con el lote donde posteriormente se construyó el edificio Santiago, el cual constituía la única entrada a este lote por la Transversal 1ª. A pesar de las observaciones hechas a los constructores del edificio Santiago, ellos insistieron en abrir el cerro para crear una calle que no estaba dentro del plan del Distrito, dando lugar a un pleito que aún no falla la justicia. Las consecuencias de esta imprudente construcción se han experimentado más de una vez, pues el corte hecho al cerro produjo derrumbes de consideración que llevaron con el tiempo a la necesidad de construir un sofisticado sistema de soporte para evitar derrumbes adicionales. La construcción del sistema de soporte, sobra decirlo, también fue ordenada por el alcalde Moreno hace algo más de un año.
Ahora, no contentos con haber construido una calle donde sólo debía existir un camino peatonal, decidieron apropiarse del terreno ajeno para acomodar las necesidades del alcalde Moreno, quien necesita más espacio en su edificio para estacionar los vehículos de sus escoltas y de sus visitantes. Dicho de otro modo, el alcalde zanjó el viejo pleito a las malas y por fuera de los estrados judiciales.
Estamos, pues, ante un clásico abuso de poder. Tal vez el Alcalde crea que no pasará nada si suma otro lío a los muchos y muy cuantiosos que ya tiene con la contratación del Distrito. Está equivocado. Los propietarios del edificio El Mirador estamos estudiando con nuestros abogados las medidas pertinentes y no excluimos ningún recurso legal.
Germán Leiva Arenas. Bogotá.
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