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Wikileaks

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27 de febrero de 2011 - 06:00 a. m.
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Me emociona saber que todo un director de El Espectador se emociona con una chiva, como se emociona una dama a punto de perder la virginidad.

Si París bien vale una misa, también valió la pena beberse un coñac por cuenta de Assange en Londres, ciudad color Panesso Robledo y Bernardo Hoyos juntos. Además, hizo lo que hacían las familias paisas de antes: que juntaban varias primeras comuniones o cumpleaños y lo celebraban de una vez. Supongo, revalidó el contrato con el Financial Times y de paso se trajo su costal de chivas.

Cualquier envidioso como yo diría que llegaron tarde a Wikileaks, que le ha dado ya varias vueltas al mundo, pero parece que todavía hay material para explotar. Valió la pena pagar hotel Sheraton 3124 (que jugaré a la lotería) —es mejor el Ritz, me cuentan— y pagar hasta 90 libras por el taxi que lo llevó a reunirse con el equipo de Assange, la bragueta más brava del oeste.

Se emocionó con Assange tanto como si se le hubiera aparecido María Magdalena, en sus mejores días, cuando le quitaba el sueño y el insomnio al galileo Jesús.  Eso también lo valoro, hasta el punto de que no dejaré de comprar los miércoles El Espectador. (Yo me emocioné cuando les coroné entrevista y autógrafo a Daniel Santos y a los excampeones del mundo de ajedrez Spassky y Kasparov).

Ahora, como dice mi mamá, el que guarda comida guarda pesares: guardar ese material en el que quedan boletiados los nuevos correveidiles del gajo de arriba que saben algo y vuelan a la embajada a contarle al gringo de turno para que los inviten a ver a Mickey Mouse, me parece un desperdicio. Me pregunto si no está dando papaya. Eso es como morirse de sed junto a la fuente. Por los clavos de Cristo: háganle, salgan de todo el material lo más pronto posible. Más vale pájaro en mano...  ¿Por qué no todos los días o los domingos? En fin, que no se diga que este metido exreportero no se los advirtió.

Y algo que no le podré perdonar al director: que no le haya preguntado a Mr. Assange la dirección de sus amigas desinhibidas en Suecia, adonde proyecto volver tan pronto me sonría el baloto.

Como dice el exabogado de “Novienes Días”, “déjeme decirle” que el primer rollo, al mejor estilo de El País de Madrid, con el debido contexto y tal, les quedó del carajo, como decía Santa Teresa cuando caía en alguna tentación. Nada que envidiarle al gran trabajo que hicieron los pupilos del chapetón Javier Moreno, el  colega del diario madrileño.

 Óscar Domínguez.  Bogotá.

 R:  Sus consejos han sido órdenes.

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