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Hace 12 años, con la imposición del visado para entrar a Europa a los ciudadanos y ciudadanas colombianas, algunos intelectuales fueron los únicos que le hicieron mover un poco los cimientos a España, al anunciar que no regresarían a pisar ese suelo ibérico. El único que se mantuvo en la posición de no regresar a la mal llamada madre patria fue el escritor Fernando Vallejo.
España impulsó ese trámite y se escondió bajo la sombra de Bruselas al señalar que eran exigencias provenientes de allí, cuando lo que quería era detener la llegada de personas migrantes, quienes en su gran mayoría buscaban mejor estar en un territorio donde se encuentra parte de sus riquezas, que de forma non sancta han sido llevadas y sobre las cuales también tienen derechos de disfrute y beneficio.
Hoy no es un triunfo de la diplomacia colombiana, ni de la labor del presidente Santos: es un interés económico europeo, así de simple. Hay que entender esta decisión en el marco de la crisis económica que vive buena parte de los países de la Comunidad Económica Europea, que no encuentran el camino para salir de ella, porque países como China han roto todos los esquemas económicos que Europa había implementado durante décadas en buena parte del mundo.
España, históricamente, no ha sido un buen anfitrión. Sólo que en un momento reciente de su historia, como fue el boom económico, producto especialmente de la especulación inmobiliaria, requirió mano de obra barata, por esa razón abrió sus fronteras, y tan pronto observó que estos nuevos habitantes disfrutaban las migajas de su bonanza, las cerró. Como efecto colateral llevó a fomentar la corrupción, porque se debía acudir a tramitadores para obtener un visado. Pero algo peor: con su cierre de fronteras, ha llevado al continente africano a incrementar las muertes en desiertos, valles, montañas y en el mar, por lo que Europa debe asumir su culpa moral y material.
El interés de España de quitarle el trámite del visado a la gente de Colombia es de lógica simple. Consideran que la lengua y los lazos culturales les darán preferencias. Así será más fácil participar de la economía extractiva de la locomotora minera que tanto pregona el gobierno de Santos. Pero se han olvidado de la historia, y seguramente el resto de Europa estará planeando su estrategia de la época colonial: España despojaba las riquezas de América Latina y desde Bruselas la despojaban a ella.
El intercambio es claro. Vamos a Europa sin visado y de allí vienen a Colombia a por las divisas.
Para quienes tienen la posibilidad de viajar por vacaciones, estudios, negocios o para migrar, bienvenida esa medida, pues no es un regalo, es un derecho de “ciudadanos del mundo”, título del libro de la profesora Adela Cortina.
Una sugerencia al gobierno colombiano. Hay una posición clave en diplomacia que conocen muy bien, y es la reciprocidad. Cuando vuelva a suceder con Europa u otro país que quieran imponer el visado, que por supuesto tendrían toda la soberanía de hacerlo, simplemente se les pone una disposición similar, y como en muchas ocasiones no somos valorados en la misma medida como personas, se cierra la extracción de materia prima y alguna cosa más en lo económico. Entonces, tengan la plena seguridad, señores y señoras del gobierno de Colombia, que por un lado defenderán la dignidad de sus ciudadanos y ciudadanas, pero además ganarán el pulso, porque no van a poner visado, ya que los empresarios y empresarias de aquellos países no resistirán un veto de estas características.
Adenda: estaría bien que el gobierno de Colombia velara por la situación de sus compatriotas que viven en España, quienes se encuentran asfixiados por la crisis económica, las deudas y el crecimiento del racismo y la xenofobia. Pregunten al gobierno de Mariano Rajoy qué está haciendo para que la crisis no sea más aguda en lo físico y moral para estas personas.
Fernando Cruz Artunduaga*
* Profesor Universidad del Tolima. Colaborador del Centro de Investigación por la Paz Gernika Gogoratuz, País Vasco.
