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Aflojando la rosca

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Columna del lector
03 de agosto de 2015 - 02:00 a. m.
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Me he cansado de escuchar que la vida laboral sopla a tu favor sólo si conoces los contactos correctos, que el talento pasó de moda y que si no hay contactos se depende de efímeras oportunidades o que, en otras palabras, el barco ya se hundió.

Sí, algunos empujoncitos son necesarios, porque sin ellos no hubiéramos aprendido a nadar al estilo perrito, pero, definitivamente, llegar al nivel más especializado del estilo mariposa fue todo con esfuerzo y dedicación, no a punta de flotadores y, seguramente, no agarrados del hombro de otro.

Es erróneo sepultar el talento y priorizar el recomendado de un “buen contacto”, sobre todo en un país en el que muchos se llenan la boca diciendo que conocen al primo del hermano de Fulanito de Tal, hijo de los Tales, que ahora es novio de la presentadora esa que se parece mucho a la otra, y que ese “buen contacto” les va a conseguir un puestazo saltándose todos los protocolos, y lo rematan con un “ya me verán, cuando me esté ganando tantos palos”. A esos que, a manera de cliché, sí miran por encima del hombro y más que de talento carecen de básica humildad. Se han ido descomponiendo por la conveniencia, educados a preguntar primero por el puesto y el apellido antes que por las pasiones y los gustos. En esas se quedan, de palo en palo, pero sin alas.

Nos maleducaron con el famoso dicho popular sobre las roscas, advirtiéndonos desde chicos las bondades de estar en estos círculos. Por otro lado, nos rayaron la cabeza, le quitaron el poder de creer en sí mismo a más de uno, dejando ideas flotando o en un viejo bloc de notas. También se crearon un montón de resentimientos sociales, ya que la palabra rosca tiene una connotación negativa y muchos entienden que sus “miembros” son exclusivamente personas adineradas. Pero ahora gran parte de los “privilegiados” tienen cuentas bancarias chiquitas, pero con un plan con cupo ilimitado de lambonería. Se echan unos cuantos hipócritas y mediocres piropos y ya está.

Un inocente dicho que va de boca en boca con tanta potencia que hasta uno podría catalogarlo como principio de propaganda, haciendo la vida más fácil para unos que para otros. Finalmente, somos una sociedad donde el éxito se mide en puestos de trabajo y, hoy día, hasta en número de seguidores. Si no hay igualdad de derechos, mucho menos va a existir igualdad de oportunidades.

Quizá lo único verdaderamente malo de la rosca es que exista y nos ponga una venda en los ojos para apostarles a la mediocridad y el oportunismo, a una vida donde se encuentran mejores lambones que buenos soñadores, a una rosca cada vez más apretada que gira en una sola dirección porque ni una talentosa cruceta puede aflojarla.

Sí, deberíamos relacionarnos con las personas correctas, de las que podamos aprender, pero a las que se les pueda demostrar el aceite que nos mueve la vida, una relación bidireccional que genere mejores y más grandes ideas en un país al que le sobran las copias.

No nos quedemos ahí, rebuscando en la agenda del celular una secuencia numérica con cara de trampolín que, a la final, sólo nos deja con los rostros iluminados, pero con los cerebros apagados.

Aura María Gallego

@laneaelegante

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