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Desde ya les advierto: esa carta del Estudio Ghibli que circula por ahí es falsa. Hasta el momento de esta redacción (31 de marzo), la tendencia de pedirle a ChatGPT que genere imágenes al estilo Ghibli no ha provocado más que una moda y ha desatado una ola de críticas, desde la difusión de fake news hasta debates sobre el impacto ambiental de la inteligencia artificial. Todo esto ha generado reflexiones sobre lo que implica recrear el estilo de un artista con solo un clic y una conexión a internet.
En 1936, Walter Benjamin publicó su ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Entre muchas ideas interesantes, quizás la más relevante es que la posibilidad de “copiar” una obra no es solo una imitación, sino un proceso de democratización del arte, permitiendo que más personas accedan a él. Lo que Benjamin no pudo prever es que su época era solo el inicio de un proceso que hoy nos permite reproducir casi cualquier cosa con unos cuantos clics.
Sin embargo, lo que ocurre con la IA no es exactamente una copia de algo preexistente, aunque también lo puede hacer, por supuesto. No se trata de replicar una obra específica, sino de tomar el estilo de un artista y aplicarlo a imágenes que nunca fueron concebidas por los creadores originales.
Sería pretencioso decir que poder hacer una foto con tu pareja al estilo Ghibli es una forma de “democratizar el arte”. Pero también lo sería afirmar que es algo “vacuo e inmoral”. Detrás de las acciones virales y aparentemente simples, hay debates más profundos que vale la pena analizar.
Lo cierto es que sería interesante empezar a analizar a los artistas más allá de fines en sí mismos. Es decir, dejar de pensar que sus obras solo valen por ser únicas e irrepetibles (porque, desde hace más de 200 años, sabemos que eso es falso). Quizás el verdadero valor de una obra radica en su capacidad para generar debates en la sociedad. Incluso, algún valiente podría decir que una obra cobra más valor en la medida en que la gente quiera copiarla, para verse reflejada en lo irreal. Qué honor más grande que crear un mundo donde personas del común quieran estar, aunque sea en una imagen.
Lo bueno —al menos por ahora, porque en algún momento dejará de ser así— es que la IA aún no es capaz de generar sentimientos reales como lo ha hecho en tantas ocasiones el Estudio Ghibli. Una cosa es poder crear imágenes e incluso videos, y otra muy diferente es hacer que un humano sienta empatía por un trabajo hecho por inteligencia artificial. Si no, que se lo pregunten a Tesla o Coca-Cola y sus campañas hechas con prompts de buenas intenciones.
En cualquier caso, queremos ser como el Estudio Ghibli no por su estilo visual, sino por lo que ese estilo evoca en nuestra mente y los sentimientos que nos despierta tras sus películas que han derramado millones de lágrimas. ¿Eso no es arte? Y lógicamente algunos lo quieren ser por seguir una moda, he ahí la importancia de reflexionar.