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En octubre de 1928, la autora británica Virginia Woolf dictaba una serie de conferencias en el Newnham College y el Girton College, ambos femeninos, de la Universidad de Cambridge. De esas conferencias surgió posteriormente el libro Una habitación propia, cuya tesis principal es fácilmente identificable en las primeras páginas del escrito: “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas; y esto, como veis, deja sin resolver el gran problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la verdadera naturaleza de la novela. (…) las mujeres y la novela siguen siendo, en lo que a mí respecta, problemas sin resolver”. Y aunque es cierto que grandes autoras han escrito a pesar de no tener ni dinero, ni tiempo y mucho menos un espacio propio, Woolf también menciona que: “la libertad intelectual depende de cosas materiales. La poesía depende de la libertad intelectual. Y las mujeres siempre han sido pobres, no solo durante doscientos años, sino desde el principio de los tiempos. (…) Por eso he insistido tanto sobre el dinero y sobre el tener una habitación propia”.
Han pasado 97 años desde que Virginia Woolf advirtió que muchas mujeres carecían de la autonomía económica que les permitiera explorar su libertad intelectual, y aún en la actualidad persiste una brecha alarmante entre hombres y mujeres en lo que a ingresos propios se refiere. La CEPAL ha publicado múltiples estudios sobre la carencia de autonomía económica para las mujeres en América Latina. Según esta comisión, una de cada cuatro mujeres no cuenta con ingresos propios, en comparación con uno de cada 10 hombres. Esta falta de autonomía económica estructural limita la capacidad de decisión, el ahorro y la movilidad de las mujeres.
No obstante, tampoco debemos desconocer el largo camino recorrido en los últimos cien años en lo que a libertad económica femenina concierne. Por ello considero prudente celebrar el más reciente y famoso artículo de Vogue. El 29 de octubre se publicó el artículo “Is Having a Boyfriend Embarrassing Now?” (“¿Da vergüenza tener novio ahora?”) de la periodista Chanté Joseph, el cual trata en términos generales sobre la era transicional en la que nos encontramos las mujeres heterosexuales: nos debatimos entre el orgullo de poder elegir la soltería y el prestigio social que aún resulta del elogiado proceso de conquistar a un hombre y mantenerlo (no necesariamente feliz) a nuestro lado.
Lo que debemos celebrar del artículo de Joseph es que, en la actualidad, para un gran segmento de la población femenina, tener pareja dejó de ser un logro prioritario, y que, aun solteras, huérfanas y putas, al menos tres de cada cuatro mujeres podemos permitirnos tener una habitación propia. Es importante reconocer la batalla individual que libra cada mujer que habita, elige la soltería y descentraliza a los hombres. De hecho, lo que enorgullece no es ser soltera, buscar activamente una pareja, estar casada o divorciada; lo que nos enaltece es la libertad de poder elegir y tener la autonomía económica para tomar decisiones desde los anhelos propios y no desde la presión social impuesta por los roles de género.
No es el fin del amor heterosexual y monógamo: es el inicio de entender que hay mucho más que solo ser madres y esposas. Aún quedan muchas discusiones por darse, muchos derechos por reconocerse y muchas habitaciones propias por construirse, pero al menos hoy en día las mujeres estamos más cerca de contarle a Virginia Woolf que ya podemos escribir nuestras propias novelas.