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La baja natalidad en Colombia: un reflejo de las condiciones para la maternidad

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Sarah Sofía Gómez Prieto
21 de julio de 2025 - 05:00 a. m.
"La maternidad en Colombia, especialmente en zonas rurales, es una tarea ardua y, en muchos casos, desamparada": Sarah Sofía Gómez Prieto.
"La maternidad en Colombia, especialmente en zonas rurales, es una tarea ardua y, en muchos casos, desamparada": Sarah Sofía Gómez Prieto.
Foto: Pixabay
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La maternidad es una de las decisiones más importantes, con implicaciones que van más allá de lo personal para impactar a la sociedad en su conjunto. Sin embargo, pocos se detienen a reflexionar sobre su verdadero significado, más allá de las celebraciones o las representaciones idealizadas. En Colombia, como en muchas partes del planeta, el número de nacimientos ha disminuido considerablemente en los últimos años: en 2024 se registraron 445.011 nacimientos, la cifra más baja en una década, lo que representa un descenso del 13,7 % respecto al año anterior. Este fenómeno refleja un cambio de mentalidad en las mujeres, que ahora piensan más detenidamente sobre lo que implica ser madre.

El embarazo y el parto son solo el principio de una travesía más compleja. La maternidad en Colombia, especialmente en las zonas rurales, es una tarea ardua y, en muchos casos, desamparada. A menudo, las mujeres enfrentan serias dificultades para acceder a servicios de salud adecuados, como ocurre en regiones como La Guajira, Chocó y la Amazonía, donde la mortalidad materna es alarmantemente alta. A la falta de recursos médicos se suman barreras geográficas y económicas que dificultan el acceso a una atención oportuna, perpetuando ciclos de pobreza que limitan las oportunidades de las mujeres en estas comunidades.

Este contexto de desigualdad se refleja también en el trabajo doméstico, que sigue siendo responsabilidad de las mujeres en un 91,5 %. A pesar de que las madres colombianas aportan la mayor parte de los recursos en sus hogares (76 %), muchas de ellas continúan siendo percibidas como menos competentes para manejar la vida laboral y familiar. En este sentido, el trabajo de cuidado sigue siendo invisibilizado, mal distribuido y escasamente valorado, a pesar de su relevancia.

En 2024, el 46,5 % de los hogares colombianos son encabezados por mujeres, lo que refleja un cambio en la estructura familiar. Las madres ya no siempre pueden contar con una pareja para compartir la carga de la crianza, lo que implica una mayor sobrecarga económica y emocional. El hecho de que muchas mujeres posterguen la maternidad no responde a un rechazo al concepto de ser madre, sino a una reflexión sobre las dificultades materiales y sociales que implica.

Además, la edad promedio para tener el primer hijo ha aumentado, lo cual no responde necesariamente a un miedo al compromiso, sino a la conciencia de los costos sociales y económicos que implica criar a un hijo en un país donde las políticas de cuidado y de conciliación entre trabajo y familia son insuficientes. En Bogotá, por ejemplo, las madres ven una reducción promedio de hasta el 53,9 % en sus ingresos por hora trabajada, dependiendo de la edad de sus hijos.

Esta realidad se complica aún más por una percepción social que sigue penalizando a las madres trabajadoras. Según el Departamento Nacional de Planeación, casi la mitad de los colombianos cree que los niños sufren cuando su madre trabaja. Además, el 18,9 % opina que los hombres deben tener más derecho a un empleo que las mujeres.

Si reconocemos que criar es una función esencial para la reproducción social, entonces es imprescindible que la sociedad asuma su parte de responsabilidad. Para ello, es necesario promover políticas de cuidado, un mejor reparto de las tareas domésticas y, sobre todo, una cultura que valore y respete la decisión de ser madre en condiciones más justas y sostenibles. La caída en la natalidad es una oportunidad para cuestionar nuestras estructuras sociales y construir un futuro en el que la maternidad sea una opción plena, respetada y apreciada.

Por Sarah Sofía Gómez Prieto

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