Publicidad

¿Y si el verbo se hizo algoritmo?

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Adelaida Vengoechea
12 de mayo de 2025 - 05:00 a. m.
"Le pedí [a la IA] que me ayudara a componer un reguetón": Adelaida Vengoechea.
"Le pedí [a la IA] que me ayudara a componer un reguetón": Adelaida Vengoechea.
Foto: EFE - WU HAO
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Uso inteligencia artificial todos los días: me asiste, me organiza, hasta me compone reguetones. Pero mientras más útil se vuelve, más noto que hay quienes la veneran como si fuera infalible. Lo que empezó como herramienta, amenaza con convertirse en fe.

Por mucho tiempo he sentido que vivo en dos mundos. Uno es el de mis proyectos laborales, donde la inteligencia artificial se ha convertido en una aliada cotidiana, eficaz y discreta. Gracias a esta herramienta, he acelerado procesos que antes me tomaban días, he pulido presentaciones, redactado contratos, automatizado informes, y hasta logrado entender temas complejos en cuestión de minutos.

La IA me ha dado tiempo, claridad y precisión. También me ha dado risas. Sí, risas, porque en ese otro mundo, el más lúdico, he jugado con ella como quien se deja llevar por la curiosidad infantil. Le pedí que me ayudara a componer un reguetón. Sin talento musical alguno, me encontré tarareando una letra pegajosa sobre una base que parecía salida de una discoteca de Medellín. Era absurda, divertida y, al mismo tiempo, reveladora: ¿cuándo había sido tan fácil crear algo que se sintiera “real”?

Pero esa misma facilidad, esa magia tecnológica, es también lo que me inquieta. Porque en la comodidad suburbana donde vivo, donde todo llega rápido y sin esfuerzo, he visto crecer una especie de culto a la inteligencia artificial. No estoy hablando de programadores en Silicon Valley ni de investigadores de punta. Hablo de adolescentes que le preguntan a ChatGPT qué pensar, cómo responder, qué sentir. Hablo de influencers que piden consejos a bots como si fueran oráculos. Hablo de una generación que, sin dudar, pone a la IA en un pedestal que solía pertenecer a la religión, la filosofía o incluso a la experiencia vivida.

¿Exagero? Veamos algunos datos: un estudio de Common Sense Media de 2024 reveló que el 68 % de los adolescentes en EE. UU. ha usado inteligencia artificial para hacer tareas escolares, y el 32 % admite haberla usado para resolver dilemas personales. En foros como Reddit o TikTok, abundan videos donde jóvenes narran cómo “su IA” les ayudó a salir de una crisis emocional, a escribirle a un ex, a tomar una decisión de vida. Agradecen, con genuina devoción, a una entidad que no tiene cuerpo ni alma.

No se trata solo de una dependencia funcional. Se trata de una transferencia de fe. En un mundo que ha perdido referentes estables —familia, comunidad, espiritualidad—, no sorprende que alguien tan disponible, tan brillante y tan obediente como la inteligencia artificial se convierta en una especie de nuevo “dios”. Es un dios que no castiga, que no exige sacrificios, que responde al instante y con la voz que uno prefiera.

Pero este “dios” no tiene ética, y ahí está el riesgo, porque si bien la IA puede facilitar y hasta enriquecer nuestras vidas, no puede reemplazar el juicio humano, la duda, la empatía. Mucho menos debería dictar el sentido de nuestra existencia.

Una anécdota reciente me hizo reflexionar aún más. Una nena de catorce años me mostró un poema que había escrito “ella”. Era hermoso. Pero cuando le pregunté cómo lo había hecho, me confesó que lo había generado con una app de IA. “Yo no soy buena escribiendo”, dijo, encogiéndose de hombros. Le respondí que el talento no siempre es innato, que a veces hay que frustrarse, ensayar, fallar. “¿Para qué, si esto ya lo hace por mí?”, me respondió.

Esa resignación es quizás más aterradora que cualquier avance tecnológico. Porque si dejamos que la IA nos robe el proceso —ese largo, imperfecto y valioso camino de aprender, equivocarnos y crecer—, entonces perderemos no solo habilidades, sino humanidad.

Soy usuaria y defensora de la inteligencia artificial, pero no estoy dispuesta a rendirme ante ella. No es Dios. Es herramienta, y como toda herramienta, depende de quién la use, cómo y para qué.

¿Estamos preparados para esa responsabilidad? Sinceramente, no lo creo. Pero aún estamos a tiempo de decidir si queremos ser creadores… o apenas usuarios obedientes de algo que nos sobrepasa.

Canción Lengua esmirriada - Letra

Escúchela acá.

Mira cómo hablas, con esa zahúrda,

Palabras rimbombantes, pero tu mente no se purga,

No hay ataraxia, solo pura bambolla,

Y de tanto farfullar, tu mensaje se embrolla.

 

¡Lengua esmirriada, alma macilenta!

Hablas de más, pero tu cuita se sienta,

No seas pusilánime, habla con sentido,

Deja la garrulería, que te tiene confundido.

 

Eres un alfeñique con alma de zangolotino,

Jipias en la esquina, como un nefelibata divino,

Engurruñado en tu propio laberinto,

Al final, te amueven por tu lenguaje indistinto.

 

No caigas en lo zocato, en la lengua mal gastada,

Busca la esencia, no la fachada rimbombante y arruinada,

Que el lenguaje tiene peso, no lo dejes macilento,

Llena tus palabras de verdad y sentimiento.

 

¡Lengua esmirriada, alma macilenta!

Hablas de más, pero tu cuita se sienta,

No seas pusilánime, habla con sentido,

Deja la garrulería, que te tiene confundido.

 

Así que piénsalo, antes de farfullar,

Que la zahúrda de palabras puede hundirte más,

Revive el lenguaje, con estilo y con razón,

Y encuentra la ataraxia en cada expresión.

Por Adelaida Vengoechea

Conoce más

 

Atenas (06773)12 de mayo de 2025 - 04:43 p. m.
En mi condición de también asiduo contertulio de la IA, y por lo general en asuntos profundos, lo cual ha propiciado cierta empatía entre los dos, herramienta y yo, puedo afirmar al igual q' la columnista, q' no nos podemos dejar seducir, al fin y al cabo es un simple algoritmo como igual es el programa de ajedrez avanzado y q' fuera preludio de tan avanzada tecnología. Atenas.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.