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Si la corrupción tuviese un olor, sería alguno parecido al olor de Colombia. Vos sabés que del arreglo de un puente, se sacó una tajada para unos varios. Y así pensarás con el presupuesto de la nación para la educación, la ciencia, la salud, etc. Si el Gobierno necesita más plata para completar el hueco fiscal, te van a subir impuestos y sabés que una parte se irá para que se lo mecatee gente necesitada que factura por mes más de 20 millones de pesos.
Y ve, ese juego con la plata de uno da rabia, pero es apabullado por otra cosa más maluca que le da a uno: indiferencia. Somos un pueblo que sufre de cacosmia, un trastorno del olfato que hace que la persona perciba olores desagradables como naturales. Pues claro, de tanta corrupción que nace, crece y se reproduce por ahí, se nos atrofió la nariz.
Cada cierto tiempo hay una rendición de cuentas para que vos no desconfiés de la gestión pública. Si querés, podés ver un informe detallado de gasto, inversión, contrato y concesión. Técnicamente hay formas de conocer en qué se desdibujan los impuestos que pagás en forma de bonificaciones del pueblo para el Gobierno.
La cacosmia puede ser causada por infecciones, traumatismos o condiciones como el Alzheimer. Suena familiar. No solo nos resbalan los fraudes fiscales: tampoco nos interesa conocerlos y estamos más que dispuestos a olvidarlos. Chévere tener de amiguis a la libertad pero no vas a denunciar, porque luego recibís un tiro en la cocorota.
Camellarse la plata no es fácil como para que se la regalemos al Estado y sea tan conchudo de no usarla para que edifique nación. Pero, en el sambumbe de la incongruencia, popularizamos de esas frases que son malucas de escuchar cuando no son convenientes para vos: “lo malo de la rosca es no estar en ella”, como justificando que siempre existirá el detrimento de valores hasta oxidarse en corrupción.
Cuando estas chiclezadas se tatúan en la cultura de un país, aceleramos la infertilidad de la tierra para cultivar esperanzas. Acá, la mayor prueba de realismo mágico es un texto que solo se lo lee la gente que estudia derecho constitucional, pero ¿quién se lo cree? Esa vuelta de órganos veedores de la transparencia como la Contraloría, Procuraduría, la Fiscalía que tanto investiga, pareciera que ornamentasen el esqueleto del Estado y ya. ¿Cómo se confía en una filosofía que se limita al discurso?
Da auténtica jartera tener que chuparse la prolongación de obras en la vía por el descache de la administración de recursos. Cuando uno menos piensa es que no se terminaron los estudios, o salieron nuevos estudios, que no se calculó tal cosa, que hubo un imprevisto con tal otra, que recortaron presupuesto entonces les tocó sacar de otro lado para que el proyecto no se quedara, que el proyecto se quedó porque no sacaron suficiente, que, que, que. De parte de vos, sería muy ingenuo imaginarse esferas de poder en el país en las que la religión no sea la guachafita o la corrupción.