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Cuando los republicanos vendieron su alma

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Columna del lector: Pablo Ramírez Uribe
09 de enero de 2021 - 01:46 a. m.

Pues ¿qué provecho obtendrá un hombre si gana el mundo entero, pero pierde su alma?

Mateo 16:26

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La vida va hacia adelante y no hacia atrás, y las acciones que tomamos en el ayer crean el hoy y cimentan el mañana. Es la condena del ser humano tener que vivir con esas consecuencias, y la historia de los Estados Unidos, la historia del mundo, recordará a aquellos que vendieron sus almas por aferrarse al poder, esa cosa tenue y breve que corrompe a la gente. Miren a dónde fueron a parar.

En el 2015 descendió por las escaleras doradas el charlatán, estrella de una serie de reality de TV, un hombre que había quedado en bancarrota tres veces, listo para presentarse como candidato presidencial del Partido Republicano de los Estados Unidos. El establecimiento de la derecha salió inmediatamente a mostrarse en oposición del hombre burdo que estaba a favor de que atacaran a los periodistas en sus eventos de campaña, el hombre que dijo que sólo le gustaban los soldados que no habían sido capturados en la guerra, el hombre que dijo en un clip de audio que a las mujeres tocaba “agarrarlas por la cuca” (“grab them by the pussy”). Y así lo escribo porque así lo dijo, y es increíble que aún con ese tipo de comentarios el hombre se convirtió en el 45 presidente de los Estados Unidos de América.

En sus cuatro años de gobierno se aseguró de meter a los niños migrantes en campos de concentración, en confirmar que los periodistas eran los enemigos del Estado, en arrebatarles los derechos a las víctimas de acoso sexual en las escuelas o de la comunidad trans en el Ejército, atacó a la población afroamericana durante las protestas pero nunca encontró momento para decir que los neonazis eran enemigos del Estado.

Y duró los cuatro años porque los republicanos lo apoyaron. Y por esto siempre serán recordados, y condenados en nuestra memoria.

Bueno, casi todos los republicanos: Jeff Flake, John McCain, Liz Cheney, Adam Kinziger, Mitt Romney, todos estos nombres pasarán a ser conocidos como Perfiles del Coraje (“Profiles in Courage”), el nombre del libro escrito por John F. Kennedy sobre varios héroes estadounidenses que se enfrentaron a ideas no populares, pero defendieron su moral y sus convicciones. Se les alejó del partido, han sido atacados por los militantes, pero podrán morir sabiendo que nunca vendieron sus almas.

Del otro lado quedarán todos esos Faustos que se vendieron a Trump; tuvieron seis años para librarse, pero protegieron al presidente mientras cometía crímenes, mientras era investigado por el congreso o por las cortes, mientras mostraba una doble moral inimaginable.

Hace unos días sus seguidores hicieron lo que solamente ha sucedido otra vez en la historia del país cuando los ingleses cayeron sobre la capital en el año 1814 durante la Guerra de 1812: atacar el Capitolio del país, el centro legislativo y una de las tres ramas del poder. Tuvieron que evacuar a los representantes y a los senadores. Mataron a unos policías. Y fue ahí que, por fin, varios de sus seguidores dijeron: “ya no más”.

Se demoraron demasiado en mostrarnos que sí tenían principios. Dos miembros de su gabinete se fueron. Su vicepresidente le llevó la contraria. Senadores que lo protegieron durante el impeachement, han dicho que ahora sí se pasó de la raya.

Que sigan diciéndolo. Que sigan mirando cómo escapársele a esta Casa Blanca. Yo estoy escribiendo cada uno de sus nombres. Estoy recopilando información sobre cada vez que protegieron a su falso ídolo por encima de la decencia, de los principios. Tengo ganas de poner los nombres y sus acciones como panfletos, montarme en un avión y hacer que lluevan sobre cada Estado. Ojalá el resto de sus vidas caminen por la calle y la gente les grite que cómo se sienten esos treinta denarios de plata en sus bolsillos. Ojalá en las escuelas enseñemos esos nombres, esas acciones, para que los niños vean que sí importan sus acciones, que un hombre puede morir, pero la historia de su vida perdurará.

Ahí los vamos a ver decir, en discursos y en documentos, en libros que escribirán y cuentos que contarán, que se quedaron en el gobierno porque tocaba protegerlo, que pensaban que estaban ayudando las ideas del conservatismo y del cristianismo, y les diremos: “claro, siempre les creímos esa estupidez”.

Vendieron sus almas al charlatán y siempre lo sabremos. Tuvieron cuatro años y cientos de veces que alzamos la voz, y no hicieron nada. Pues ahora no podrán hacer nada para lavarse esas manchas negras que se esparcen en su corazón. Como el centro de una manzana podrida vamos a oler esa podredumbre que sale de sus pechos, y sabremos siempre esos crímenes que cometieron, esos ejemplos, flojos y tristes de la humanidad, que son.

Qué vergüenza debe ser lo que les toque vivir el resto de sus vidas. Tomémosnos unos segundos para agradecer que las puertas del cielo aún estarán abiertas para nosotros. Para ellos ya se cerraron. No nos apiadaremos de ellos.

Por Pablo Ramírez Uribe

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usucapion1000(15667)01 de febrero de 2021 - 07:20 p. m.
Coincido 100% con el desarrollo y las conclusiones de su columna. Es el mismo sentimiento que me provoca el uribestialiamo y los miembros de los partidos que lo apoyan, cuyo listado deben recordar con repugnancia las generaciones colombianas que nos sucedan.
  • usucapion1000(15667)01 de febrero de 2021 - 07:21 p. m.
    Felicitaciones por tan buena columna.
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