Por Greis Cifuentes*
Puede que muchos hombres y mujeres ni se hayan dado cuenta del momento histórico que estábamos a punto de vivir el pasado 13 de diciembre. Lo que estaba en juego era un paso importante para transitar de una igualdad utópica y formal a una real.
Garantizar la igualdad para la plena participación de las mujeres en los escenarios de toma de decisión política es un pilar de la democracia. La paridad y alternancia es una ley justa, razonable y propia del siglo XXI. Para construir sociedades justas se necesita la visión tanto de hombres como mujeres, en donde se representen los intereses de toda la sociedad: no solo con la visión parcial de los hombres sobre el deber ser de hacer las cosas.
La democracia sin mujeres es una democracia a medias. Las mujeres queremos estar en política e impulsar un cambio político, no somos ningún relleno, pero para lograrlo necesitamos garantías de participación, reclamamos medidas afirmativas para lograr un equilibrio de poderes. No estamos pidiendo favores, regalos, ni privilegios; estamos reclamando un derecho y no nos debe dar miedo exigirlo. Por eso aspiramos ampliar la democracia erradicando la insuficiente participación de las mujeres en la toma de decisiones, cerrando el círculo de la discriminación y desigualdad de género, empoderando la mujer en el ejercicio de la política.
Sin embargo, ahora no se sabe por cuanto tiempo seguirá siendo una deuda histórica que tiene la sociedad con nosotras. Como bien dice la escritora y periodista Nuria Varela: “Aún sigue siendo la incorporación de las mujeres a la esfera pública una de las mayores revoluciones del siglo XX, siendo una revolución incompleta”. La subrepresentación de las mujeres en la política afecta la democracia y alimenta la impunidad.
Lo más triste de ver la sesión del Congreso no sólo fue presenciar cómo el patriarcado pisoteó nuestro derecho, fue también escuchar un desfile de comentarios y discursos machistas y retrógrados, y ver mujeres que no apoyan políticas de igualdad en oposición hacia nuestras demandas, defendiendo por supuesto su posición de poder. Curioso cuando todos en campaña hablan de luchar por los derechos de las mujeres, pero cuando llega el momento para hacer un cambio real y defender la igualdad de género, todo se queda en palabras, eso es hipocresía política. Muy pocos congresistas escucharon nuestros gritos y amplificaron nuestra voz.
Colombia demostró que sigue teniendo arraigada una cultura machista, en donde al parecer no hay un interés real para legitimar el empoderamiento político de las mujeres. Nos pone en un puesto lamentable en comparación a otros países de la región (Costa Rica, Bolivia, México, Nicaragua por mencionar algunos) que ya han implementado acciones afirmativas como principio de igualdad en el derecho político y electoral, comprometiéndose con una democracia paritaria como política de Estado.
Así lo plantea uno de los mayores expertos internacionales en violencia de género Miguel Lorente: “Cambiar para seguir igual: ése ha sido el compromiso de los hombres para adaptarse a los tiempos, a las modas y a las circunstancias sin renunciar a su posición de poder, y sin que ninguno de los cambios deteriorara su sólida posición en la estructura social”.
Para las mujeres que votaron en contra de la ley de paridad: históricamente nos han enseñado que las mujeres competimos entre nosotras, somos rivales, por eso entiendo que vean la carrera política de forma individual, pero todo lo contrario, como lo dice la feminista Jessica Bennett: “La única cosa mejor que una mujer segura de sí misma es todo un ejército de ellas”.
¿Cuanto tiempo debe pasar para dar un paso definitivo en una igualdad real entre hombres y mujeres? Por lo pronto, celebro la valentía de quienes defendieron la ley de paridad en el congreso, siempre hay esperanza.
Estaremos mejor preparadas la próxima vez.
* PhD Student University of the West of Scotland. @GreisCifuentes, greis.cifuentes@uws.ac.uk