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Dando vueltas

Felipe Camargo
03 de enero de 2022 - 05:30 a. m.

Mientras doy vueltas por el mundo visitando a familiares y amigos, sigo pensando en este planeta. Pienso en la historia de la humanidad, el increíble “progreso” que hemos logrado, los gigantescos pasos que hemos dado para transformar nuestras vidas de animales “básicos” a seres humanos “básicos”.

Pienso en el pasado con esperanza, en el presente con preocupación y en el futuro con desesperanza. Me preocupan los muchos hijos de familiares y amigos que tendrán la gigantesca tarea de guiar este mundo hacia la salvación o la destrucción. Pienso también en la falta de un liderazgo real a escala global que nos motive hacia un objetivo común para nuestro planeta y nuestra subsistencia. Pienso en el aumento de la desigualdad, que nos separa cada día más. Pienso en la falta de visión o las ganas de considerar los escenarios críticos que nos esperan. Un mundo que no puedo arreglar, pero que aún puedo imaginar recuperándose de sus heridas. Pienso en opciones, me despierto por la noche, no puedo dormir y me pregunto: ¿cómo podemos hacer una diferencia seriamente? Pienso en nuestro papel individual. Pienso en el papel de nuestra familia. Pienso por dónde empezar o continuar y me siento mejor, pero solo para volver a ser egoísta: para luchar entre querer ver pingüinos antes de que desaparezcan o hacer algo para evitar que desaparezcan.

Sigo pensando y preguntándome. Culpo al desarrollo. Culpo a los gobiernos. Me culpo a mí y a todos. Y luego recuerdo a aquellos que supieron equilibrar su interacción con la naturaleza. Pienso en los pueblos indígenas y me pregunto si aún podemos aportar su experiencia a la forma en que gestionamos nuestro futuro. Pienso en un papel nuevo y único para las Naciones Unidas o en una nueva y poderosa organización mundial con mandato para salvarnos a todos de nosotros mismos. Pienso en los millonarios que, de manera convincente, preferirán centrarse en los métodos de escape. Creo que la ciencia ficción se hará realidad. Naves, aviones o dispositivos gigantes que transportarán a los pocos privilegiados a nuevos mundos. Los sobrevivientes en la Tierra lucharán desesperadamente por terrenos más seguros: países como Colombia, Perú o las montañas de Nepal e India se convertirán en receptores masivos de refugiados o migrantes de todo el mundo solo para desaparecer también lentamente.

Pienso de nuevo en nuestra historia. Recuperé cierta esperanza. La esperanza de que sus hijos, nuestras generaciones más jóvenes y nosotros podamos unirnos para cambiar el paradigma de crecimiento económico y riqueza por el de un futuro común, más brillante y sostenible; uno donde los ideales políticos no se basarán en objetivos individuales sino en intereses comunes; donde los puntos de referencia se basarán en la forma sostenible y eficaz de salvar vidas y no en la de enriquecer a unos pocos. Pienso en un nuevo orden mundial real, donde la derecha o la izquierda no existen y la vida o la muerte son esos referentes de nuestro futuro.

Entonces otra vez pienso en mí. Me pregunto: ¿por qué me importa tanto si solo voy a vivir unos años más? Y paro. Lo pienso de nuevo y todavía siento que no puedo vivir esos pocos años como un yo egoísta. Y todo comienza a dar vueltas de nuevo.

* Abogado, Universidad Javeriana. Exfuncionario de ACNUR y otras organizaciones de Naciones Unidas.

Por Felipe Camargo

 

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