Por Germán Vargas G*
El inminente colapso de Hidroituango, y la caída del puente Chirajara, trajeron a mi mente el famoso artículo “A Lego approach to financial engineering” (1987), cuya referencia es sagrada para los sofisticados agentes financieros (y sus soberbios abogados).
Como antecedentes, la vía Bogotá-Villavicencio fue construida en los 70, y sus cierres son frecuentes por causa de los derrumbes y las crecientes. Riesgos que también fueron advertidos, durante la misma década, para la zona donde construyeron la presa.
Proyectados para resolver esta clase de rezagos en infraestructura, vial y energética, la hidroeléctrica y el puente atirantado prometían revolucionar nuestro país. De hecho este último, en reconocimiento a las aparentemente ejemplares prácticas de ingeniería y responsabilidad social empresarial, obtuvo galardones otorgados por ITS España –cuyos socios incluyen a Accenture, Allianz, Siemens, Telefónica y Etra, del presidente del Real Madrid–, la Cámara Colombiana de la Infraestructura, y la Orden Julio Garavito de la Sociedad Colombiana de Ingenieros, a quien fuera el ministro de Transporte del gobierno Uribe.
Dejando en entredicho los criterios y las auditorías con las que validaron sus méritos, ahora nadie asume responsabilidad, el manejo de estas crisis reflejó improvisación, y el confuso peritaje se confunde con nuestra especulación.
En suma, estas construcciones deberán ser demolidas por fallas estructurales en sus diseños, que subestimaron las cargas y tensiones: aquellas que ahora deben soportar las autoridades competentes, hasta que demuestren una debida administración de consecuencias (ojalá no con la misma ligereza y deslizamiento).
A propósito, ¿representa algún conflicto de interés que la ANI esté ubicada en las instalaciones de la Ciudad Empresarial Sarmiento Angulo? ¿Es mala suerte que haya reincidencia de ese grupo económico en escándalos vinculados a la infraestructura? Cualesquiera sean las respuestas, la recurrencia de episodios —como Space, Odebrecht o Aquarela— es evidencia de persistentes fallas en la gerencia público-privada de los proyectos de infraestructura: su ingeniería, licitación, curaduría, interventoría y auditoría.
Basado en lo anterior, en estos casos parece que la concepción y validación hubieran sido obra de algún “lego”, haciendo referencia a lo que define la RAE como “falto de conocimientos”. No obstante, esa palabra también evoca el nombre de un popular juego infantil de origen danés, cuyo significado es “Jugar Bien” (leg godt), con el que construimos estructuras uniendo bloques. Y, por cierto, en estos casos nadie resultará “preso”.
Convengamos que todo lo antedicho expone al escarnio a reconocidas organizaciones, sus profesionales y respectivas alma mater, que defienden su prestigio negando de manera conveniente la influencia que tales personas ostentan en el poder y destino de nuestro país. Ojalá lo sucedido imponga mejores estándares en la formación integral, acreditación y auditoría de profesionales.
Muchas lecciones por extraer de estos infaustos hechos, que demuestran manipulación de abogados y agentes financieros, quienes acuñaron un distorsionado neologismo, la Ingeniería Financiera, en detrimento de la Civil.
*Docente de Ingeniería. vargas-german@javeriana.edu.co