Por Stephanie Sarmiento Rojas
Con la primera efeméride de la intervención del Bronx volvieron a resurgir cuestiones sobre la toma del sector y los retos vigentes de la administración distrital con esta área. Algunas voces consideran que el debate sobre si el operativo del 28 de mayo fue la mejor estrategia de intervención se debe cerrar, y más bien centrar los esfuerzos en lograr construir la mejor solución posible para que la ciudadanía pueda reapropiarse de este sector. Sin embargo, para que un caso como el del Bronx no se repita es importante continuar la reflexión sobre esta y otras estrategias de intervención que han ocurrido en el pasado de la capital, para que el fin no termine por justificar los medios.
Tanto las estrategias de recuperación como el problema no son nuevos. Es decir, ni el Bronx ni el Cartucho son los primeros casos en los que se ha implementado una renovación urbana para recuperar zonas deterioradas de la ciudad. Al revisar la historia urbana de Bogotá del siglo pasado, se pueden encontrar casos de demoliciones de sectores de la ciudad antigua para las que se adujeron argumentos semejantes a los que se acudió tanto en el Bronx como en el Cartucho. Un ejemplo de ellos es el barrio Santa Bárbara.
En los años 70, este sector aledaño al Palacio de Nariño fue acusado de ser un barrio deteriorado física y socialmente, por lo que se convirtió en un área urgente a recuperar. Así surgió el Plan Nueva Santa Fe, un proyecto urbanístico liderado por el Banco Central Hipotecario que consistía en revitalizar el sector por medio de una renovación urbana. A su vez pretendía remodelar el sector circundante a la Casa de Nariño, dado que a finales de 1974, Alfonso López Michelsen propuso trasladar la casa presidencial del Palacio de San Carlos a la Casa de Nariño.
Sin embargo, los problemas que aquejaban a Santa Bárbara no eran recientes. Durante buena parte de la historia del barrio sus inmuebles fueron utilizados como inquilinatos que sirvieron de residencia para migrantes de los campos o para familias obreras, y aún en los años 80 esos inquilinatos existían y fueron acusados de alojar lenocinios y sedes de comercio ilegal de drogas. Aunque el banco propuso facilitar créditos de vivienda a los habitantes del barrio, pocos pudieron adquirir alguna en la Nueva Santa Fe, a causa de los elevados precios que representaban para su capacidad adquisitiva. Por esa razón, los habitantes del barrio fueron los principales afectados por la renovación urbana, pues tuvieron que dejar las precarias condiciones en las que vivían para buscar unas semejantes en otra parte de Bogotá.
El problema al que hoy se enfrenta la administración distrital es uno que no se solucionó ayer. El deterioro social y físico del centro de Bogotá es un problema histórico al que se siguen aplicando soluciones temporales, que vuelven a enquistarse años después. Por esto, experiencias como Santa Bárbara, el Cartucho y el Bronx coinciden en que el problema social sigue esperando ser solucionado. El hecho de que los alrededores de la Casa de Nariño estén liberándose del deterioro físico no justifica que debamos terminar con el debate sobre los medios que se están usando para realizarlo. Sí, el deterioro urbano de Bogotá se está movilizando un poco más allá de la casa presidencial, pero con el agravante de estar echando el polvo debajo del tapete para que otra administración llegue a solucionarlo.