Del complejo fenómeno de El Niño

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Columna del lector
18 de febrero de 2019 - 05:00 a. m.
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Por Germán Eduardo Vargas *

Aunque el calentamiento global es irreversible y los pronósticos advertían un semestre agitado, el fenómeno de El Niño pasó inadvertido en nuestro erosionado ambiente político y socioeconómico.

La democracia y el capitalismo perviven en crisis; con mayor frecuencia, amplitud o superposición. Ese tándem se resiste a considerar que puede ser incompatible y se niega a aceptar que su situación actual no es pasajera. Pese a tantos cambios, cada vez más acelerados, todo parece intacto y cansino; hippies, neos (conservadores) y millennials contrastan sus achaques con una adolecente ansiedad y la nostalgia de no haber disfrutado mejores épocas.

Con tantas carencias, en estas primeras décadas del siglo XXI, nuestros niños interiores añoran ser presidentes, de un país o una gran corporación; realidad binaria, a lo sumo disponen de una oportunidad, por la que están dispuestos a pagar cualquier precio para apostarlo todo. De hecho, en nuestro vecindario, “maduro” resultó ser sinónimo de descompuesto.

En Colombia, con diferente “personalidad”, la relación paternalista entre el jefe del partido de Gobierno, sus seguidores y opositores parece reproducida por la teoría del análisis transaccional. El último elegido floreció usando periódico; complaciente, intentó parecerse usando canas artificiales, pero la banda presidencial le quedó grande.

Convenció a los electores, e incluso la vicepresidenta lo ha confundido con su padre putativo; pero es claro que perdió su cuarto de hora (escoba nueva…), frustró la reforma tributaria y procrastinó la pensional y laboral —donde “la primera se va a trabajar, pero la segunda ni se va a llegar a empezar”—, para un momento en el que el capital político ya estará endosado al próximo presidente (aunque podría acoger a los hijos pródigos de los santos mermelados).

Sus primiparadas iniciaron desde que seleccionó gabinete para un “gobierno corporativo”, en el que confunde roles y responsabilidades. Por ejemplo, el cuestionado ministro de Hacienda debió ser quien era VP Financiera en Ecopetrol, y lideró el plan de austeridad que abanderó el refinador de jalea. A propósito, el charrasquillo o articulito del DNP debió endulzar el oído al ministro.

En trabajo dispuso a Alicia, “mujer de hojalata”, quien cree que un incremento salarial llevó a pobres y desempleados al País de las Maravillas. El Día de los Inocentes fue la crónica de otra picardía anunciada; en energía se le fueron las luces, el bromista canciller está en campaña y el boterismo asumió su defensa evitando toda insoluble responsabilidad (tras el inaceptable atentado).

En Canadá y Francia, con algunos complejos (edípico, por ejemplo), también gobiernan niños; Brasil, México, Rusia, EE. UU. y China, también adolecen este ambidiestro fenómeno; finalmente, en Reino Unido, Alemania y el FMI, las niñas se comportan como los presidentes de las multinacionales más influyentes, manipuladoras y juguetonas: financieras, tecnológicas, automotrices y, también, farmacéuticas.

No pateen la lonchera cuando los medios responsables les recuerden que, por su culpa, el clima político, económico y social no está “tan bien”.

*Catedrático german.vargas@uniandes.edu.co

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