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Diagnóstico equivocado = solución errada

Andrés Hoyos

27 de agosto de 2025 - 12:10 a. m.

El sentido común le dice a uno que lo primero que necesita para cualquier problema propio, de una ciudad o de un país, es un diagnóstico adecuado. Sobre esa base, de tarde en tarde se esbozan soluciones buenas, aunque muchas veces surgen las erradas. Lo que sí es imposible es llegar a una solución adecuada a partir de un diagnóstico equivocado.

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Aunque muchos ejemplos sirven, tomemos la legislación laboral. El diagnóstico mamertoso vigente parte de la presunción de que el empleador grande o pequeño es un malvado que quiere exprimir a sus empleados, como sí sucedía bajo capitalismo primitivo. Sin embargo, hoy cualquier empresario sabe que un empleado es un potencial consumidor y que se vale pagarle lo justo. ¿Lo justo incluye un régimen prestacional que aumente el salario en más del 50 % y haga, si no imposible, sí en extremo costoso despedir a una persona cuando por cualquiera de las veinte razones posibles sus servicios ya no se necesitan más? No se puede olvidar que todo empleo alguna vez fue ofrecido sin obligación, de suerte que alguna necesidad había.

Varias veces he mencionado en estas columnas la flexiseguridad danesa, un sistema de origen socialdemócrata, o sea una idea de capitalismo responsable de izquierda. Bajo la socialdemocracia, el Estado se hace cargo del grueso del seguro de desempleo, de la mayor parte de las indemnizaciones, de los reentrenamientos, obviamente pagando todo eso con los impuestos que se cobran a los ganadores. No obstante, en Dinamarca los empresarios casi no tienen recargos directos a la nómina y son libres de despedir a cualquiera. No hay informalidad. Dicho de otro modo, cualquier salario danés es lo que aquí se llama “integral”. Ojo que al implantar algo como la flexiseguridad se podría aumentar de forma gradual el salario mínimo.

Países como Colombia están llenos de normas que en últimas partían del diagnóstico equivocado y condujeron a soluciones erradas. Se privilegiaron, por ejemplo, las carreteras y se descuidaron otros sistemas de transporte, dizque por costosos o vaya uno a saber por qué. Así, hoy en vez de una red de trenes de cercanías, estamos llenos de eternos atascos, pues al planear el desarrollo urbano por lo general se omitieron las grandes avenidas, que desde luego implicaban expropiar a precio justo predios privados para hacerlas. De ahí que Bogotá carezca de unas que la crucen de oriente a occidente, mientras que las salidas están llenas de semáforos y de obstáculos, al tiempo que tienen un tamaño mínimo. Ergo, llegar al peaje aquí le puede tomar a uno hora y media y hasta más, dependiendo del día.

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Una idea de carácter “progresista” que, por supuesto, no lo es, consiste en implantar políticas difíciles de desmantelar. Puede pasar que una política sea buena, pero que andando el tiempo se vuelva mala o muy mala. Vaya usted a plantear entonces su desmonte y se estrellará contra el muro de los “derechos adquiridos”. ¿Adquiridos cuándo? Pues cuando se implantó la solución errada. Uno ve los suburbios de nuestras ciudades llenos de urbanizaciones ubicadas donde tendría que haber bosques. ¿Quiere un alcalde desalojar lo que está en terreno frágil o inundable? Ni se le ocurra, porque lo lapidan.

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En términos más generales, muchas decisiones del pasado se deben echar atrás, los árboles plantados donde no era se deben talar, las vías trazadas mal se deben soterrar para hacer encima grandes parques, como se ve, por ejemplo, en Madrid. Una verdadera izquierda procedería así, pero esa aquí no existe.

andreshoyos@elmalpensante.com

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