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Efectos de coloquialismos colombianos como resultado de influencias coloniales

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Columna del lector: Sara Juliana Rodríguez G.
28 de diciembre de 2020 - 03:00 a. m.
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“El problema en Colombia no es el sistema o el gobierno de turno, es la mentalidad del colombiano promedio, esa malicia indígena que no nos deja avanzar como sociedad...”. Este fue uno de los comentarios con que me tropecé, cuando decidí retomar el uso de mi cuenta de Facebook, a raíz de las “trastornadas” marchas masivas que se tomaron todos los rincones del país. Estas protestas, producidas como respuesta a las diversas injusticias que se han vuelto “el diario vivir” colombiano, como los continuos asesinatos de miembros de poblaciones indígenas, nos han forzado a adoptar esta realidad impuesta como un apéndice más.

Mi intención era simple, quería observar las posiciones que mi comunidad de Facebook tomaba. Para mi sorpresa, las opiniones polarizadas no fueron las que más me alarmaron. Colombia, como una nación continuamente discriminada, inhala y exhala las muchas influencias colonizadoras que se arraigaron de nuestra autenticidad y autonomía. Este predominio conquistador nos ha esculpido como una sociedad opresiva hacia grupos minoritarios, a través de expresiones categorizadas como “coloquiales”, pero que en realidad deben ser definidas como inaceptables.

“Malicia indígena”. ¿Es esta expresión algo que hemos convertido en un dicho más? Porque del dicho al hecho hay mucho trecho.

Como dice mi abuelita: “el que siembra espinas que no espere cosechar flores”. Nuestros cientos de dichos son mofosos y no tienen repercusiones sociales perjudiciales. Pero existe una diferencia desproporcionada entre un dicho típico, “ese no es santo de mi devoción”, y una expresión racista, “la malicia indígena que no nos deja avanzar”.

Así que me embarqué en la búsqueda de poder para crear algún tipo de explicación para este término. Después de varios tintos no logré encontrar otra asociación diferente a esta expresión, que no fuera a la trampa y el ingenio de querer hacer mal. Entonces, ¿por qué la malicia es asociada a los indígenas? Cuando son ellos los que siguen viviendo y luchando contra los despojos forzados por los colonizadores y la actual indiferencia que nuestro Gobierno les da a los protectores originales de nuestros recursos naturales.

Actualmente sobreviven 98 pueblos indígenas en Colombia, con sus territorios esparcidos a lo largo del país. Las cifras de grupos nativos que han desaparecido no son exactas, al igual que es incontable el conocimiento ecológico tradicional, lenguas, costumbres y raíces propias que hemos perdido.

El porcentaje de la población indígena en Colombia que vive bajo el nivel de pobreza mundial es del 63 %, y estos grupos tan solo representan el 3,3 % de la población nacional. ¿Podría imaginarse si fueran 31 millones los colombianos, a diferencia de los 9,5 millones que actualmente representan el 19,6 % de incidencia de la pobreza en nuestro país? Estas poblaciones sufren todo tipo de problemas asociados con el bienestar humano, lo cual ha puesto en riesgo la extinción para 34 grupos indígenas más.

Steve Biko, activista sudafricano, dijo: “El arma más grande en la mano del opresor es la mente del oprimido”.

El problema en Colombia es el Gobierno, es el sistema opresor que ignora comunidades, que priva derechos básicos, que impone una memoria selectiva y que no respeta la historia e integridad de nuestras culturas.

Mi llamado es a ser conscientes del efecto de nuestras palabras. La costumbre no es la ley, y la malicia indígena no existe. Pero la malicia de muchos ha extinguido las culturas protectoras de nuestras tierras. Así que la próxima vez que intente usar esta expresión como un “dicho”, coja el toro por los cuernos y piense en las repercusiones de sus palabras; no permita que sus comentarios pasen de castaño a oscuro. Recuerde que la ignorancia es atrevida.

* Estudiante de posgrado, Colorado State University.

Por Sara Juliana Rodríguez G.

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Lorenzo(2045)29 de diciembre de 2020 - 12:11 a. m.
Decía Gabriel García M. que los gringos mutaron el Niño Jesús por el pederasta Santa Claus. Desde las galletas Noel -industria colombiana- o la avena Quaker (ambos modelos son idénticos: dos arios cachetirrosados, sonrisas con siniestras intenciones), la aldea global enraízada en los zócalos más profundos del imaginario colombiano, continuamente martillada por los agentes de la publicidad del..
  • Lorenzo(2045)29 de diciembre de 2020 - 12:24 a. m.
    ...ominoso americanwayoflife, hizo un daño insospechado. La godarria denosta a Simón Bolívar por -dizque- su atribiliarismo. Godo por antonomasia: Francisco de Paula impuso su aciaga concepción de la ius libertad -la de los de arriba. Vacunar a los niños no solo es fácil sino estratégico: el infante criollo es arrojado a un mundo que lo anestesia de entrada y de mil maneras. "Santa" es la última.
Atenas(06773)28 de diciembre de 2020 - 02:41 p. m.
Y la estudiante en curso se da ínfulas de amplia conocedora con someras ideas. Y qué hay de cierto en eso de "..de las "trastornadas" m/masivas q' se.......todos los rincones del pais", ¿dónde y cuándo? ¡O será q' alude a todos los de apellido Rincón! Ahí te falló la malicia indígena. Y al final nos recuerda de lo q' ella hace gala.
Julio(2346)28 de diciembre de 2020 - 02:15 p. m.
Cuando Trump anunció que construiría el muro fronterizo los mejicanos empezaron a fabricar garrochas y a practicar el salto de garrocha. Eso demuestra que vale más la recursiva malicia indígena de los "países de mierda" que la robotizada y arrogante idiosincrasia gringa.
Mario(03163)28 de diciembre de 2020 - 02:12 p. m.
Steve Biko, activista sudafricano, dijo: “El arma más grande en la mano del opresor es la mente del oprimido”. Buena reflexión.
Julio(2346)28 de diciembre de 2020 - 02:11 p. m.
El ideal humanista de Petro no es anacrónico sino demasiado prematuro ante la cavernaria idiosincrasia ultraconservadora del pueblo colombiano. Son mucho menos ingenuos los indios amazónicos que los ciudadanos de las grandes urbes, porque al menos ellos tienen su inherente malicia indígena. Ellos no comen cuento sino alimentos naturales. Aún no están uribestializados, es decir deshumanizados.
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