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El ancla de Pékerman

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Columna del lector
22 de mayo de 2016 - 08:07 p. m.
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Daniel Torres es el "centrojás" ancla. “Centrojás”, esa palabra inventada por los ingleses y argentinizada por los periodistas gauchos, para referirse a aquel jugador, premiado entre pocos, con la capacidad de quitar el balón al rival y además hacer jugar al propio.

Por Federico Baraya Galán

Hubo un jugador argentino que sorprendió a propios y extraños. Un mono flaco desesperante con apellido geométrico: Fernando Redondo. Él fue el “centrojás” total, un jugador que le dio brillo a una posición que carecía de nombres rutilantes.

Y bueno, un día llegó un tal Daniel Torres y le añadió a la palabra el término de ancla. Dónde él se para es un mensaje claro de dónde su equipo pretende pelear el balón. Es el ancla del buque, es el que no deja que ni el viento ni la marea arrastren a su equipo a lugares no deseados.

En su club, el Independiente Deportivo Medellín, él se convirtió en un jugador aplaudido todas las tardes. Esto no es un dato cualquiera; el paladar futbolístico de la Ciudad de la Eterna Primavera es supremamente refinado. Allá jugaron personajes del calibre de Leonel Álvarez, Choronta Restrepo y el mismísimo Pékerman. En el Atanasio Girardot no se aplaude a cualquier jugador.

Tenía un reto pendiente: decir con seguridad que era el “centrojás” ancla de la selección. Torres tenía ese sueño postergado. El eco que lograba en la liga local parecía ser un grito que se perdía en las planicies de Pékerman.

Sin embargo, el llamado llegó. Jugó contra Chile y Argentina, y fue el jugador más regular en dos partidos que no dieron mucho para analizar. No obstante, fue en los partidos pasados, contra Bolivia y Ecuador, que este jugador logró dar un puño certero en el tablero táctico que decía: “José Néstor, no busque otro volante, acá estoy yo”.

En Bolivia, cuando el aire les faltaba a James, Cuadrado, Bacca, Celis y Pérez, Torres se encargó de correr por ellos. Las piernas no le temblaban para perseguir a las flechas bolivianas y su voz se oía entre gritos guerreros mientras organizaba al equipo. Se comportó como un líder de nacimiento.

Contra Ecuador, cuando el equipo estaba volcado al ataque, él estaba atento, con ojos celosos, a cualquier tipo de escaramuza o contraataque que Ecuador podía lograr. Su presencia da la seguridad de que a Colombia no lo pueden coger mal parado en defensa mientras ataca. Todo esto gracias a su inteligencia en el terreno.

Torres es el jugador que no se ve. No es el James de las fotos haciendo golazos, no es el Cuadrado bailando al son de una celebración y tampoco es Ospina volando en el aire salvando un balón imposible. Daniel Torres es esa piedra angular, desgastada, rocosa y fea, pero que mantiene todo en pie. Es el “centrojás” ancla, ese jugador al que entrenadores y versados del fútbol, como Valdano, siempre quisieron en su equipo.

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