EL DÍA QUE ENTENDAMOS que el verdadero cambio de nuestro país depende enteramente de nosotros como sociedad, seremos capaces de tener un país que depura el egoísmo y se une en aras del desarrollo y de la felicidad.
Vivimos inmersos en un país de doble moral, en donde se entregan avales a personajes de dudosa carrera política, al tiempo que esos mismos hablan de estar trabajando por la paz. Un país en donde todo servidor público es erudito en la expresión, pero poco capaz en la ejecución, y en donde la naturalización de la violencia se ha tornado en una constante. Un país en donde pensamos en lo público como lo que “no es mío” y no como “lo que es de todos”, y en donde insultar a quien piensa distinto parece haberse convertido en deporte nacional. Creo que con lo previamente enumerado queda claro que no estamos ni cerca de un país pujante o que muestre señales de desarrollo, más allá de unas cuantas dobles calzadas inauguradas o una serie de rascacielos en construcción en las grandes ciudades. Sin embargo, Colombia tiene un gran problema que, de llegar a encontrar su rumbo para la solución, estará en la dirección correcta del país en el que quiero que mis hijos vivan.
El mayor problema de nuestro país no son ni los políticos, ni la falta de oportunidades. Incluso, me atrevo a decir que no es ni la corrupción, ni la desigualdad, aunque son cuatro grandes problemáticas. El mayor problema proviene de nosotros mismos como una sociedad en donde cada quien apunta al lado que más le conviene y que es incapaz de unirse para exigir y denunciar, para intentar cambiar el sesgo en el que nos encontramos. Estamos inmersos en un sistema en donde roban en plena vía pública ante la atenta mirada de compatriotas que no son capaces siquiera de reaccionar, en donde desfalcan nuestra ciudad sin pudor alguno y los delincuentes siguen libres sin que hagamos algo, o en donde debemos pagar sumas exorbitantes de dinero en impuestos y no vislumbramos un progreso sostenido. Estas son claras muestras de cómo aquellos que detestarían la unión generalizada porque verían caer su imperio de poder ante la exigencia ciudadana, pueden dormir plenamente tranquilos ante nuestro egoísmo.
Cuando el colombiano del común, como usted y yo, se une en busca de una mejor sociedad, los logros saltan a la vista. Así se dio la Asamblea Nacional Constituyente en 1991, así se dio la marcha “No más Farc” en 2008 e, incluso, así se dio la clasificación de Colombia al Mundial de Brasil 2014. Así suene utópico, soy un fiel convencido de que, el día en que despertemos de vivir de la rutina individualista del “yo” y empecemos a trabajar unidos por el bien de nuestro país en todos sus frentes, denunciando públicamente a quien no actúa honestamente, exigiendo el cumplimiento de nuestros derechos y actuando conforme a nuestros deberes, Colombia estará lista para dar el paso a ser un país desarrollado, pero, ante todo, usted y yo estaremos listos para decir que vivimos plenamente felices. Yo, en mi medio, ya lo puse en marcha. Ahora, si usted cree como yo, es su turno. ¡Es ahora o nunca!
* Estudiante de Derecho en la PUJ y expresidente del Consejo Estudiantil del Gimnasio La Montaña.
@boniventos