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¿Qué opino de la situación de Petro? ¿Qué opino del procurador? La verdad es que no opino, y por eso esta columna es de la antiopinión.
Hace un par de años decidí permitirme vivir en la realidad que me rodea, aquella que me toca personalmente y que pueda hacer que tome decisiones drásticas que cambien el rumbo que pensaba tomar. Esto significa no ver noticieros, no leer el periódico, no oír noticias en la radio y abstraerme un poco de las conversaciones donde se tocan temas polémicos de la actualidad. Muchos dirán que esta es una actitud desconsiderada, egoísta, ignorante, y debo decirles que estoy absolutamente de acuerdo, pues me he dado cuenta de que hablar de lo malo que hace el alcalde, quejarme de las desgracias que les suceden a los damnificados de algún desastre o preocuparme por la guerra en el Medio Oriente es lo que hace la diferencia para que este mundo en el que vivo sea mejor.
Por supuesto que se generan más cambios cuando dono unos pesos para ayudar a cierta población afectada por las lluvias en algún rincón del país, que si le doy una mano a un familiar que pasa por una situación difícil; o si en medio de un trancón, sostengo una conversación de tres horas en la que soluciono la movilidad de la ciudad en vez de tomar una bicicleta y además así ayudar al medio ambiente. Claro, si además me quejo del capitalismo, hablo mal de los Estados Unidos o de Venezuela mientras me tomo una Coca-Cola, estaré aportando mucho y siendo bastante altruista buscando el bien de la comunidad.
Por otro lado, si ejerzo mi derecho al voto tendré vía libre para despotricar de los dirigentes que están a la cabeza del país y podré ponerme todo lo indignada que quiera, finalmente he participado de la democracia y el haber ido sacrificado una de mis mañanas domingueras para poner mi huella me hace acreedora de esta posibilidad. Ahora, no importa si yo soborno al policía de tránsito o digo en el trabajo que estoy enferma, al fin de cuentas nadie se va a enterar y una mentira piadosa se le perdona a cualquiera.
Estoy de acuerdo en que vivir pensando en hacer feliz al vecino, ayudarle a un amigo, estar en armonía en el trabajo, compartir tiempo de calidad con la familia, no puede ser mejor que lo que he descrito anteriormente. Estoy segura de que eso no hace cambios importantes en la vida de nadie; que unos padres más preocupados por los conflictos de sus hijos que por lo que pasa en el país serían unos irresponsables, que estar pendiente del bienestar del prójimo, brindándole una sonrisa amable en el Transmilenio que va repleto o que acompañara alguien que sufre una pena de amor son actos desconsiderados y egoístas.
Tal vez soy una persona ignorante, completamente desactualizada.
