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Enfermedad de corazón

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María Camila Perdomo Forero
27 de marzo de 2023 - 02:00 a. m.
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El día del velorio nadie podía entender qué había pasado por la cabeza de una niña de apenas 16 años. Para todos era una auténtica pesadilla presenciar una muerte temprana, inesperada y nunca premeditada. Dos días antes, luego de una discusión larga con su novio, Sofía cogió una toalla y tomó su vida en el baño de su cuarto —sin nota, despedida ni anuncio previo—. Ese día una joven carismática, hermosa y aparentemente feliz tomó una decisión que hasta hoy me sigo reprochando. Como ella, existen miles de personas que, sin que nadie se dé cuenta, se van silenciosamente y apagan su existencia.

En los últimos años ha llamado mi atención el aumento de casos de suicidio, depresión y trastornos en mi generación. Es habitual hablar de depresión, es común que en conversaciones salga a la luz, e incluso cuando intenta ocultarse, las marcas —como cicatrices delgadas y en forma de líneas en brazos, piernas o cuello— hacen evidente un problema que aún no se ha tratado a fondo. ¿Por qué? Tomé un tiempo para observar a mis compañeros, colegas, familiares y amigos, llegando a una conclusión que no me alentó: la mayoría de ellos y también yo tenemos problemas del corazón. Tal vez algo poético, pero es un concepto que engloba la falta de atención, de sentir amor, de pertenecer y vivir una vida sana en la que se sienta que hay alguna razón valiosa de existir.

Al respecto, desde la filosofía, la religión y la literatura se ha intentado explicar, crear teorías y analizar por qué existimos. Algunos son más optimistas que otros, hasta el punto de llegar a concluir que es algo que puede no tener una respuesta definitiva, que cada individuo deberá encontrar. Sin embargo, si uno se detiene a observar a los demás, es evidente que hay un anhelo profundo dentro de cada corazón humano: ser amado. Este deseo palpitante, que se confunde muchas veces con pasión, compromiso o entrega a algo o a alguien, es determinante en la vida, y si fuéramos y nos sintiéramos amados, estoy convencida de que la realidad cambiaría.

Una vez leí que “el amor es la base fundamental de la existencia”, y es, para mí, una premisa esencial que exige que tengamos presente al otro y nos tengamos presentes a nosotros mismos al mismo tiempo. Una cuestión que no es tratada en colegios, universidades, iglesias y centros de ayuda psicológica. Incluso en la familia, como institución básica, a veces estos mismos lazos de “amor” están tan deteriorados al punto de no ver qué está sucediendo con alguien que vive bajo el mismo techo.

Escribo esto mientras se aproxima el Día de San Valentín (supuestamente el día en que se celebra el amor). Reitero un compromiso con el prójimo, el de empatizar, aproximarse y cuestionarse. En la actualidad, en un contexto político, económico y social cada vez más complejo, en un país con cicatrices profundas de una larga y prolongada guerra y enfrentado a un futuro con retos, creo conveniente una reflexión que trascienda esta creación poética, pues en las crisis económicas, sociales y hasta epidemiológicas es importante evitar una nueva: la de los enfermos de corazón.

Por María Camila Perdomo Forero

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