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Es nuestra responsabilidad

Columna del lector

27 de septiembre de 2015 - 09:00 p. m.

¿Será que nos distraen tan efectivamente que violaciones a derechos humanos fundamentales se reducen a ser unas cuantas noticias más que culminan en conversaciones de mesa, las cuales incluyen algunos sentimientos de incertidumbre y lástima que muchas veces llegan al olvido?

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Sobra estar medianamente informado de la situación mundial para saber que algo preocupante ocurre… El odio y la división se siguen fomentando y cada vez se despiertan con más fuerza.

Desde la comodidad de nuestras casas nos enteramos de la discriminación a la que se enfrentan los homosexuales, los negros, los hispanos y cualquier otro grupo “diferente” dado a sentimientos propagados por todos, consciente o inconscientemente (ya que decir que es sólo culpa de nuestros “líderes” sería permitirnos una justificación no merecida). Cada día vemos cómo más y más fronteras se convierten en zonas de conflicto en donde millones de personas se ven forzadas a huir de la pobreza y de la guerra para buscar refugio en países que, aunque no quieren saber de más muertos, tampoco quieren verse teniendo que convivir con ellos, como es la situación crítica que se vive en algunos países europeos. Fronteras como la de Colombia y Venezuela, donde miles de seres humanos continúan perdiendo sus hogares y pagando por las consecuencias de problemas serios, tanto sociales como económicos, causados por la corrupción política, manejada por personas que nada tienen que perder excepto su lucha por el deseo insaciable y delirante de poder y dinero.

Otras regiones como Israel o Palestina, donde millones de personas viven en temor constante y donde muchos se ven obligados a vivir en una prisión que se valida por medio de ideales religiosos o culturales que lo que hacen es ocultar otros intereses que van mucho mas allá de la simple historia.

Muchos nos aterrorizamos cuando aprendemos sobre el muro de Berlín, la Noche de los Cristales Rotos, la Noche de los Lápices y tantas otras injusticias que han ocurrido, sin darnos cuenta de que muchas similares a estas continúan ocurriendo y lo único que cambia es la fecha, la geopolítica y la gente involucrada, pero no el fondo del problema en sí.

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¡Es hora de exigir y elegir!

Exijamos más, pero no de otros sino de nosotros mismos. Debemos estar dispuestos a ser sensibles ante el sufrimiento de otras personas y así tener más amor y más empatía en nuestro corazón. Exijámonos dejar el miedo a un lado y enfocarnos en la capacidad que tenemos de crear cambios y en todas las acciones, tanto grandes o pequeñas, que podemos tomar.

Tal vez no elegimos qué pasa en cada rincón del mundo, pero sí elegimos cómo vivir nuestra vida. Elijamos palabras amables y no palabras hirientes, elijamos el perdón y no el rencor, elijamos el servir sin esperar nada a cambio, y elijamos pensamientos que alimenten lo mejor que hay en nosotros.

No podemos esperar ver en el mundo aquello que no tenemos en nuestros corazones y que no reflejamos en nuestras familias, nuestros trabajos o amistades.

Empecemos a construir una conciencia colectiva basada en amor, compasión y valores claros que permitan crear cambios a nivel personal y así poder llegar a los cambios que todos deseamos ver a nivel global.

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