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Eutanasia: entre la vida, la autonomía y la muerte

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Columna del lector: Ana Carolina Calvo Orrego
07 de diciembre de 2020 - 03:00 a. m.
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Cuando hablamos de autonomía se alude a dos asuntos de los que pocas veces se habla: las capacidades humanas y la toma de decisiones. Esta palabra proviene del latín con la unión de los vocablos auto y nomos, que significan respectivamente “uno mismo” y “norma”, haciendo referencia a la capacidad de las personas para establecer sus propias normas para tomar decisiones en su vida.

Las personas, en general, tenemos la capacidad de tomar decisiones en cada detalle de nuestras vidas. Es una capacidad que muchas veces pasa desapercibida, como la de respirar, lo hacemos de forma automática cada minuto del día: ¿qué voy a comer? ¿Dónde voy a comer? ¿Cómo me voy a vestir? ¿Qué película voy a ver?, y así, son cientos de decisiones que tomamos en nuestro día a día, unas más profundas que otras, pero siempre estamos decidiendo, incluso cuando nos negamos a hacerlo.

Tomamos decisiones informadas, desinformadas, basadas en nuestras creencias e ideologías; decidimos dar una opinión o quedarnos callados, decidimos felicitar o insultar a alguien en redes, decidimos ayudar al anciano a cruzar una calle o tirarle el carro al peatón que decidió cruzar la calle cuando no debía. Y así, los problemas sociales, las situaciones del día a día que ocupan las primeras planas (e incluso estas mismas) se originan en decisiones que tomamos o no, pues la omisión de la acción también es una decisión autónoma.

Hay casos, por supuesto, en que esa autonomía es cercenada y vulnerada. Los eventos violentos son los casos más claros y extremos, pero hay otros más cotidianos e invisibles, como las enfermedades crónicas e incurables. Esa capacidad de decidir en lo básico, en lo diario, esas decisiones que tomamos de forma automática, se vuelven un privilegio cuando se padece una enfermedad, y la pregunta empieza a rondar la posibilidad de decidir sobre la muerte y no sobre la vida. Por eso, la discusión sobre la eutanasia no puede ser una polémica alrededor de la vida según uno u otro credo.

La discusión sobre la eutanasia es sobre la muerte, lo que pasa es que es un tema que nos da miedo, pues hablar de la muerte produce ansiedad, tanta que preferimos negarla a pesar de que es una de las dos únicas certezas de la vida (la otra es el cambio, la vida es cambiante queramos o no, y sin importar los cambios nos vamos a morir).

Una persona que pide la eutanasia tiene una enfermedad que no puede curar, que la medicina ya le está dando todo lo posible, pero no puede mantener medianamente su calidad de vida. Su muerte es un hecho, se va a dar, con o sin dios, con o sin eutanasia, la muerte va a ocurrir, lo único que proporciona la eutanasia es el poder decidir cómo, cuándo y dónde quiero morir.

La eutanasia no es una invitación a la muerte, como dicen algunos, ni una forma de descartar a personas enfermas, como dicen otros (que, por cierto, me parece un argumento horrible, pues me hace pensar que las personas enfermas son descartables para quienes opinan así), nada más alejado de la realidad. La eutanasia es una oportunidad para que las personas con alguna enfermedad incurable puedan volver a ejercer su autonomía, es devolverles ese privilegio que tenemos todos de tomar decisiones, solo que sobre algo tan trascendental en la vida como lo son el sufrimiento y la muerte.

Por Ana Carolina Calvo Orrego

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Blanca(66976)07 de diciembre de 2020 - 02:11 p. m.
Ana, tu columna es muy esclarecedora. Felicitaciones por tu pluma
Atenas(06773)07 de diciembre de 2020 - 12:34 p. m.
Interesante y aterrizada apreciación, lógica y coherente, sobre el término eutanasia y su alcance. Y, cierta/, su acogida en plena autonomía, no es debatir sobre la vida, sino sobre el sagrado y máximo derecho en libertad, el pedir la muerte en condiciones dignas cuando ya en circunstancias previas se han quemado todos los pertrechos y no quedan más municiones humanas. Excelente.
María(60274)07 de diciembre de 2020 - 06:00 a. m.
Totalmente de acuerdo, la decisión sobre su muerte cada persona tiene derecho a tomarla, jurídicamente, ninguna creencia religiosa tiene derecho a meter sus narices en esa parte, o sea que se debe legislar sobre la eutanasia y no permitir que ninguna religión pueda impedir que sea un derecho, porque no se está obligando a nadie a hacerlo, pero si alguien quiere recurrir a ella debe poder hacerlo.
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