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El otro día hice una serie de tuits sobre el aborto, resultado de reflexiones de todo el tiempo que ha pasado desde que a mis 18 años tuve un embarazo y decidí que no quería ser mamá.
Eso me llevó a pensar en algo que llamo la estupidez masculina, tema del que evito hablar por no herir las susceptibilidades de esos hombres que acaso pueden ser chéveres y no portarse como animales, y también por evitar cierta cantidad de réplicas obvias: si se los ha conseguido así es porque así los busca, o si la tratan mal por algo será, dos variantes de esas famosas consignas nacionales: “no estarían recogiendo café” o “si los mataron fue por algo”.
De allí pasé al machismo, asunto del que empecé a aprender muy temprano en la vida, cuando, por ejemplo, salía a jugar al antejardín de la casa y pasaban los niños mayores de la cuadra a gritarme “¡niña, entra a la casa a trapear!”.
Y así seguí, entrenándome el resto de mi existencia, topándome con hombres en muchos niveles: amigos, novios, compañeros de clase, compañeros de trabajo, desconocidos de la calle, muchos exhibiendo de una u otra forma su locura machista, temerosos de perder sus lugares de privilegio o, en la mayoría de los casos, ejerciendo sus privilegios a cabalidad: tú calla que yo hablo; tú espera; tú confórmate con ser tomada y dejada; sonríe; no pelees; te cojo el culo si quiero; ¿por qué peleas?; ¿por qué no sonríes?; sonríe; eres brava; eres rara.
Estas reflexiones me “inspiraron” hace unos días, (si entendemos por inspiración tener el corazón lleno de rabia: sí, soy de esas mujeres que sienten rabia y se atreven a decirlo) y me hicieron recordar algunas de las cosas más imbéciles que me han dicho en la vida, en su mayoría hombres, pero en donde no han faltado las mujeres.
Es este un escrito-exorcismo o un memorial de agravios sobre algunos de los episodios de la vida en los que me he sentido aplastada con toda por la máquina machista. He acá este bestiario:
- “No llore que cuando se lo estaban haciendo no lloró”
El encargado de hacerme un legrado, en pleno procedimiento, a mis 18 años.
- “Ya tenemos la plata, pero voy para mi casa y quiero llevar unos regalos, ¿será que lo podemos dejar para febrero?”
El “padre” de la criatura, en un diciembre, un día antes de ir al sitio en el que me practicarían un legrado. Para febrero se hubiesen contado ya cuatro meses de embarazo.
- “Usted tiene que aprovechar que ese tipo se haya fijado en usted, porque con los años que tiene es lo mejor a lo que puede aspirar”
Comentario de una “amiga”.
- ¿No será que ella te lo pegó?
La mamá de un exnovio, en referencia a un herpes que le apareció a él en el cuello, no un herpes genital. Claro es que ella no entendía la diferencia entre uno y otro pedazo de carne, pero parecía tener muy claro que si su hijo tenía una ETS seguro se la habría pegado yo.
- “Así me gustan, con esa cuca grandota”
Hombre de unos 40 años, yo de 12. Mientras esperaba el bus del colegio me subió la falda del colegio, me tocó y me dijo esta poética e inolvidable frase.
- “No sé, no sé por qué me metí con ella, debe ser mi falta de carácter. Lo que no entiendo es por qué no podemos trabajar en paz”
Excompañero de trabajo con el que me involucré. A este señorito le pareció algo muy normal andar conmigo y al día siguiente (¿o en simultánea?) con la que se sentaba a mi lado en la oficina; y a la vez muy anormal que yo no fuese capaz de ir a trabajar cada día junto a él, a sonreír y a intentar esconder mi aplastada dignidad en cualquier parte, solo para que él no se sintiera mal. Seguro le debo una disculpa por mi notable falta de civilidad.
Y para terminar: si usted está de ese lado del mundo en el que creen que me merezco mi suerte por idiota, porque soy bruta y no he sabido elegir con quien me meto, por donde camino o con quien hablo, siéntase en libertad de creerlo. Yo me permito pensar que ningún maltrato es “merecido”, que contarlo es una forma de resistencia y también una manera muy digna de decir: NO MÁS.
Aleyda Rodríguez Páez
@leidymarmalade
La versión original de este texto aparece publicada en el blog de la autora, Kitten’s Meow.
