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¿Hacia un paro cívico nacional por la paz?

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Columna del lector
10 de octubre de 2016 - 02:00 a. m.
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Ante la coyuntura actual del triunfo del No en el plebiscito por la paz celebrado el 2 de octubre, ha quedado claro que ni el Gobierno, ni las Farc, ni los líderes del Centro Democrático han sido capaces de construir un acuerdo de paz que genere un alto grado de aceptación en la sociedad civil.

Por Jorge González*

Frente a la incapacidad de estas tres fuerzas, la ciudadanía amanece hoy con la preocupación del reinicio de la guerra y la imposibilidad de materializar el derecho a la paz consagrado en la Constitución.

Esta coyuntura ha despertado a la sociedad civil que llama al desarrollo de un acuerdo de paz para detener la guerra. Las marchas del 5 de octubre de 2016 son una muestra de ello. Pero, más allá de las marchas, la sociedad civil requiere de mecanismos de presión continuados y contundentes. En la historia colombiana, los paros cívicos han sido una de esas herramientas.

Hace poco, líderes cívicos del departamento del Chocó impulsaron un paro que paralizó la región durante diez días en el mes de agosto. Los líderes del paro lo levantaron solamente cuando el Gobierno Nacional se comprometió a cumplir con las exigencias orientadas a sacar al departamento de una profunda crisis social y humanitaria.

Otros paros cívicos en el país han tenido alcance nacional. Uno de ellos, quizás el más conocido, se produjo el 14 de septiembre de 1977. El cese de actividades fue convocado por las centrales obreras exigiendo mejoras en las condiciones laborales, una revisión de políticas económicas y una protección de derechos políticos y sindicales, entre otras cosas. El desarrollo del paro cívico nacional estuvo marcado por enfrentamientos de manifestantes con la Fuerza Pública y por una violencia urbana que alarmó a diversos sectores.

En su historia sobre el sindicalismo en Colombia, Miguel Urrutia cuenta que, a pesar de la reacción represiva del gobierno de López Michelsen, el paro no fue un fracaso; el presidente se vio forzado a conformar un comité para hacer efectivos algunos acuerdos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en pro de la protección de derechos sindicales.

La experiencia de los paros cívicos tiene varias enseñanzas. Primero, son una valiosa herramienta de movilización de la sociedad civil para que su voz sea escuchada por las élites políticas, generalmente la que controla el Gobierno. Segundo, el mecanismo de presión de cesar actividades parece ser efectivo al afectar el motor del mundo contemporáneo: la economía. Tercero, existe un riesgo de que estas movilizaciones desemboquen en actos violentos, como ocurrió en el pasado.

Un gran paro cívico nacional por la paz podría tener varios objetivos: exigir que los puntos del acuerdo sobre los que no hay discordia se implementen dentro del marco constitucional vigente; reclamar claridad sobre los puntos de renegociación que habrá que discutir; un compromiso de lograr un acuerdo mínimo con el que se desactive el conflicto armado de manera definitiva, sin perjuicio de que queden puntos de desacuerdo que se aplacen para discutirlos en el Congreso como foro democrático natural.

La ciudadanía busca alternativas hoy para que su voz sea escuchada. La paz es un derecho constitucional de todos: no es de las Farc, ni del Gobierno, ni del Centro Democrático. Es hora de reclamarla.

* Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes.

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