Por María Teresa Aya Smitmans*
Desde 1947, cuando se retiraron los británicos de la India, dando lugar a la creación de las repúblicas de India y de Pakistán, los conflictos entre estos dos han sido constantes. Cuatro guerras y numerosos incidentes violentos marcan la historia de esta frontera, creada de manera artificial y arbitraria por sir Cyril Radcliffe, quien, antes de 1947, nunca había estado en la India. Por eso, los acontecimientos de las últimas semanas en la frontera indo-paquistaní, actos terroristas, sobrevuelos armados y choques violentos no son algo nuevo y mucho menos son el resultado de un radicalismo islámico o de un desafío de poder entre potencias nucleares; son la consecuencia de un juego geopolítico que terminó mal.
La demarcación que divide a India y Pakistán se dio por razones políticas y religiosas, para separar a hindúes y musulmanes, y así dar paso al nacimiento de la India como Estado independiente. Sin embargo, por más imparcial que pueda parecer el inglés encargado de trazar la línea divisoria, dado su escaso vínculo con la región, este fue influido por el último virrey de la India, lord Mountbatten, y la partición se dio con vicios de favoritismo hacia Nehrú y la India.
Territorios musulmanes que por naturaleza debían ir a Pakistán fueron entregados a India por consideraciones geopolíticas, como la existencia de corredores estratégicos de agua. Por otro lado, zonas con mayorías hidúes, como Sindh, se adjudicaron a Pakistán y, en Punjab, la tierra ancestral de los sikhs, la pérdida de Lahore, su capital, a favor de Pakistán fue un golpe duro para India. Así, más que una solución a los problemas religiosos en la península india, la creación de dos Estados independientes fue la semilla para más de 70 años de conflicto.
Hace 70 años Cachemira, la zona en disputa, era un principado independiente y con una posición geoestratégica interesante. Con fronteras con Afganistán, China y Tíbet, este principado se encontraba en el centro de un cruce de culturas y de comercio. Su líder era un maharajá hindú y, en consecuencia, cuando le preguntaron, escogió ser parte de India, si bien su población era mayoritariamente musulmana. De esta manera, si Pakistán quería anexar a Cachemira, la única opción, luego de la decisión del maharajá, era por la vía militar.
Radcliffe no influyó sobre la decisión de Cachemira, ni la decisión sobre Cachemira cambió el trazado de la línea de partición, pero la pérdida de este territorio a favor de India sí sumó al memorial de agravios paquistaní y puso en alerta y a la defensiva a la India, situación que no ha cambiado en 70 años.
Los efectos de la partición se han hecho sentir a lo largo de este tiempo, pero una solución al problema todavía está lejos. Así lo intuía Gandhi, quien en 1947, en vez de celebrar el primer día de gobierno independiente de la India, lo dedicó, y de ahí en adelante, a promover la no violencia entre paquistaníes e hindúes, violencia avivada por la partición. En un giro irónico, esta misma violencia sería la causa de su asesinato seis meses después a manos de un hindú radical que reivindicaba su derecho a defenderse de Pakistán y a pelear contra los musulmanes cuando fuera necesario.
La primera partida de este juego terminó en 1947, pero no hubo ganadores. Es más, los perdedores, de ambos bandos, siguen en su lucha, una lucha nacionalista y con intereses geopolíticos que se repite de generación en generación.
* Profesora de Relaciones Internacionales.