Hay un mal que la salud no ha podido curar: la ineficiencia del servicio.
Por Santiago Noreña
La realidad del precario sistema de salud —que es el resultado de la corrupción— es un tema que agobia a los países latinoamericanos, aunque EE.UU. está próximo a sumarse al grupo de naciones que padecen esa lamentable situación gracias al actual presidente electo, Donald Trump, quien busca acabar con el famoso Obamacare, la reforma que brinda seguro médico a más 20 millones de estadounidenses.
La expresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner fue víctima de su propia gestión en la asistencia sanitaria. En diciembre de 2014, al sufrir un accidente en un tobillo, se remitió al hospital provincial de Santa Cruz, donde no la pudieron atender porque ¡el tomógrafo llevaba más de un año dañado! La experiencia le sirvió para identificar la desigualdad, luego de viajar a Buenos Aires para la curación.
Colombia fue calificada como el tercer mejor sistema de salud en el mundo, según la revista International Living, en un ranquin publicado cinco días después de inicio del presente año.
Pero la privilegiada posición (que fue presumida, eso sí, por el presidente de la República vía Twitter) contrasta con la realidad. Y podemos dar fe de ello cuando diariamente leemos, escuchamos o vemos por los diferentes medios de comunicación las odiseas por las que pasamos los colombianos para acceder al servicio. O los Top 5, 10 y hasta 20 donde las EPS se pelean para ocupar el primer lugar entre las más malas.
Hospitales declarados en anormalidad; médicos, enfermeras y demás trabajadores de la salud en paro; y el colombiano de a pie rogando, muriendo y demandando por un medicamento o un servicio. ¿Tercer puesto? ¿Derecho humano fundamental?
Las entidades prestadoras de servicios se han convertido en la peor de las mafias que discriminan a los más vulnerables. Es irónico asistir a un centro de salud (si es que el portero permite el ingreso, porque se han tomado la potestad de decir quién entra o no; todo dependiendo de la EPS a la que estamos afiliados, obvio) y luego de ser negado el servicio, recibir consejos de los propios médicos para entutelar. Insólito.
Un informe presentado por la Defensoría del Pueblo denuncia que en el 2016 cada 3,5 minutos se presentó una tutela por la salud. Analizando ese panorama me pregunto cómo será la situación de los colombianos en épocas de epidemias como las que hemos vivido.
En Colombia el problema radica en la corrupción. Así lo ha venido denunciando Juan Gossaín, quien ha logrado descubrir por medio de sus investigaciones que en 2016 el fenómeno de la corrupción (donde se ve involucrada la cartera de la salud) le costó al país 23 billones de pesos, ¡tres veces el costo de la reforma tributaria! Que a propósito, con su IVA del 16 al 19 por ciento, concederá medio punto de lo recaudado, equivalente a 1,5 billones más 300.000 millones por aumento de los impuestos al tabaco. Estará en manos de Alejandro Gaviria, ministro de Salud, velar por una correcta inversión.
Por el momento tenemos que seguir siendo testigos de pacientes que mueren esperando por atenciones prehospitalarias.