La corrupción de los “mejores” es la peor

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Columna del lector
09 de enero de 2017 - 02:00 a. m.
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No podemos ignorar las improntas y lecciones aprendidas que dejaron fraudes liderados por ejecutivos de abolengo (o graduados de las universidades más influyentes) o las mejores empresas para trabajar, cuya reputación encubrió prácticas fraudulentas, en las áreas ambiental, financiera, comercial y laboral.

Por Germán Vargas G. 

La mercantilización de los informes, foros y escalafones que difunden “prácticas de clase mundial”, aplicadas por las empresas más admiradas —según los grupos de interés—, ha viciado el significado y propósito de la excelencia (y el mejoramiento continuo).

Para empezar, la mayoría de profesionales desearían trabajar en esas empresas, ávidos de beneficios y aspiraciones, como la compensación o el estatus. No obstante, dichos incentivos, tal como los reconocimientos, pueden inducir a la promoción de falsas imágenes de éxito (riesgo moral).

Este problema crece conforme pares y/o subordinados confieren dignidad, apropiada con arrogancia y autoridad. De hecho, el experimento de Milgram demostró que dichos “seguidores”, presionados por satisfacer a quienes dirigen, o motivados por encajar y sobresalir ante sus grupos de interés, demuestran disposición de alterar sus comportamientos y valores (emulando o haciendo caso).

Convengamos, entonces, que es importante asumir consciencia de cuáles son los referentes que elegimos.

En el entorno macroeconómico, considere la OCDE: club al cual aspira ingresar Colombia y del cual hacen parte los Piiggs. De ese grupo de 35 países, sólo la mitad hace parte del top 35 en competitividad y ética (Reporte de Competitividad Global, 2016-2017), y reconocidas multinacionales de los sectores más relevantes, con origen en esas naciones, también cometieron fraudes.

En perspectiva micro, los ránquines de reputación corporativa (Merco, p.ej.) no filtran líderes y empresas infames, absorbiendo fallas metodológicas y el vulnerable control social. Como sea, el caso más vergonzoso está asociado al control especializado, porque muchas firmas de auditoría, que acreditan sellos de calidad o avalan el cumplimiento de normas, han estado involucradas en fraudes globales.

El segmento sin ánimo de lucro tampoco ha sido ajeno. De hecho, algunas organizaciones reciben ingentes contratos o donaciones, desde el sector privado, para financiar estudios cuyos intereses ulteriores pueden condicionar la independencia de investigadores que ostentan poder de influencia en el consenso científico, político y social. Sucedió, por ejemplo, en la industria de las bebidas azucaradas.

Finalmente, el grupo de interés que mayor preocupación suscita son los empleados, quienes califican a sus empresas y directivos. Esas evaluaciones determinan escalafones como Great Place to Work (Mejores Empresas para Trabajar, GPTW), donde ponderan el “orgullo” que sienten por el trabajo que realizan, la integridad de sus colegas (“dan lo mejor de sí”), y la “confianza” que tienen en sus líderes.

La calidad de esa medición es susceptible de distorsión, porque muchas empresas ofrecen bonificaciones a sus empleados por ser reconocidas como GPTW. Ese incentivo, además, puede inducir a complicidad, tal como sucedió en la galardonada Enron (GPTW-Fortune).

Es importante conocer los mejores lugares para trabajar en Colombia, en diferentes publicaciones y años recientes. Encontrarán muchas con muchos pecados.

* Catedrático – german.vargas@uniandes.edu.co

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