La ecología desde una perspectiva económica

Columna del lector
27 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

Por Constanza Pailamilla

El término "economía" siempre se ha visto ligado a palabras como “oferta”, “demanda” o “costo-beneficio”, entre otras; pero en el mundo actual, esta concepción de la economía se ha quedado corta. El modelo económico tradicional no contempla muchos aspectos de relevancia trascendental para nuestras vidas. Creer que el mercado podrá regularse solo por la interacción entre oferta y demanda es más bien algo idílico. Además, al centrarse en el intercambio económico y el ámbito comercial, deja de lado todo lo que se ve afectado en segundo plano por la economía. Es entonces cuando debe surgir un nuevo concepto de economía; uno que no solo piense en utilidades y frialdades, que tenga consciencia y considere el bienestar social y medioambiental.

Atrás quedaron los tiempos donde podíamos medir la productividad mediante el uso óptimo de los factores de producción y nuestro bienestar solo se vinculaba con índices económicos. La economía basada en el crecimiento de producción y el enriquecimiento nos ha llevado a una producción que no tiene fin. En su afán de seguir y seguir produciendo, el mercado se quedó estancado, y la única solución que encontró para no interrumpir el ciclo de consumo fue reducir la vida útil de los bienes. Esto solo se puede lograr con métodos como la obsolescencia programada y la llamada “fast fashion”, entre otros.

Cuando ya de por sí esto es algo negativo, el mayor perjuicio producido es el de la contaminación. Es cosa de pensar que en Latinoamérica se generan 541.000 toneladas diarias de residuos tecnológicos, lo que equivale, en promedio, a un kilo por persona (García, 2018). La industria textil no se queda atrás, el desperdicio textil en Europa alcanza los seis millones de toneladas, de las que son reciclados y reutilizados solo el 25 % (Echeverría, 2019). Datos como estos existen muchos; la contaminación que genera la sobreproducción se extiende por todas las industrias sin distinción y, en consecuencia, todo el bienestar que la economía promete se ve disminuido de forma drástica.

Si la economía contempla el costo-beneficio, debería ser capaz de analizar que una disminución en la producción o una producción más sustentable, aunque en un principio puedan generar mayores costos o una menor utilidad, a futuro generará un mayor beneficio. Si no nos preocupamos por el medio ambiente, en un futuro no existirán materias primas para producir y, llevándolo a un extremo, puede que no haya planeta donde importe siquiera el mercado.

En conclusión, por todo lo dicho anteriormente es que se hace necesario cambiar la mentalidad con que se analiza la economía. Cambiar la economía tradicional por una economía sustentable y ecológica, que tenga como objetivo la maximización del bienestar individual, sin perder de vista el bienestar general del planeta. Las cifras de producción no se deben regular únicamente por la demanda, sino que se deben limitar según el grado de contaminación que generen. Es clave comprender que hay un punto donde una mayor producción, aunque dé mayor satisfacción a corto plazo, genera más desventajas que beneficios.

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