La universidad como experimento social

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Columna del lector
17 de septiembre de 2018 - 05:00 a. m.
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Por Juan Vicente Rodríguez

No usaré cifras ni estadísticas, a pesar de que creo que gran parte de la discusión, pero no toda, debe girar en torno a la evidencia y a los datos. Usaré mi experiencia, que puede ser un tanto sui generis, pues me gradué de uno de los mejores colegios privados de Colombia (Los Nogales), luego estudié cuatro semestres de economía en la Universidad de los Andes y finalmente terminé graduándome de medicina en la Universidad de Antioquia. Creo que mi reporte de caso, lleno de sesgos, puede aportar algo al debate.

Una diferencia que experimenté y comprobé en otras personas, en ambas universidades, es que en la universidad privada las cosas (libros, dispositivos o pupitres) son de la universidad, como un ente a veces etéreo, pero en ningún caso de todos.

En cambio, en la universidad pública sí experimenté esa sensación de que si alguien se robaba un libro no solo se lo robaba a la universidad, sino se lo robaba a los otros estudiantes que ya no podrían acceder a él. Es diciente que un estudiante de pocos recursos que no paga en la universidad privada (porque alguien, el Estado por ejemplo, paga por él) es becado, pero a un estudiante similar que paga mil pesos por semestre en una universidad pública no lo llaman así (y el Estado también paga por él).

Pero la universidad pública es víctima de su propia naturaleza. Es un dicho conocido que lo público no tiene dolientes, y muchos de sus problemas, como la ineficiencia en algunos procesos, la estadía prolongada de estudiantes en las carreras y el abuso de sus espacios y servicios derivan de la concepción equivocada de que lo público es mío.

Así, un estudiante que prolonga su carrera hace un truco mental para ignorar el hecho de que le está quitando el cupo a alguien, o el que pone un puesto de venta de jugos en los corredores hace un malabarismo similar para ignorar que está ocupando el espacio común para un fin privado y le está robando en más de una forma a la universidad. Ni hablemos de los grafitis. “No hay nada más privatizado que lo público”, dicen. Por eso, por ejemplo, no estoy seguro de que un sistema de salud totalmente público sea lo más sensato ni redunde en mejores resultados. Sin embargo, sí creo que la universidad, como espacio de formación, como microsociedad, es el espacio idóneo para generar esa idea de qué es un bien público y cómo se protege.

Además, con sus matrículas progresivas pone de manifiesto (y educa) que las sociedades más justas no son en las que todos pagan lo mismo, sino en las que cada uno paga de acuerdo a lo que tiene. Las universidades públicas (como la Nacional o la de Antioquia) son un micropaís, con sus conflictos como fractales de los del grande. Creo que solo educando a resolver esos conflictos dentro de las universidades, empezando por enseñar a cuidar los recursos compartidos es que iremos arreglando el país. La universidad privada nunca podrá ofrecer esa experiencia pedagógica, ese pequeño y necesario simulacro de país.

No creo que se deba acabar con el programa Ser Pilo Paga, pero creo que la universidad pública es el espacio idóneo donde se deben mezclar las clases sociales y no en las universidades de la “élite”, donde esa mezcla, en la mayoría de los casos, se vuelve más una asimilación u ocultamiento que una real mezcolanza. Hay varias ideas al respecto, como la del doctor Mantilla en el blog de El Espectador y del CEDE de los Andes en La Silla Vacía que ojalá sean tenidas en cuenta.

@juanvicenterl

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