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Han pasado 13 años desde la liquidación de DMG, catalogado como uno de los mayores descalabros financieros en la historia de Colombia, que, en medio de todo lo que implicó, dejó a su paso miles de víctimas que perdieron parte de sus ahorros o, en muchos casos, el total de ellos. Luego de tan lamentable episodio, se podría pensar que situaciones similares no podrían volver a tener cabida en el país, pero si algo suele caracterizarnos a los colombianos es la creatividad y, ciertamente, el no hacer caso a lo que la historia nos ha contado.
Hoy en día, frecuentemente a través de redes sociales, personas desconocidas contactan a otras realizando preguntas sobre su trabajo y cómo se sienten en él, si estarían interesadas en obtener dinero adicional o si quisieran alcanzar la libertad financiera. Detrás de ese aparente interés genuino, lo que se busca es vincular personas a eventos que resultan ser más parecidos a programas de superación personal, lo cual dista mucho de lo que se ofrece inicialmente como planes de entrenamiento para operar en el mercado de divisas o FOREX, realizar negocios con criptomonedas, o para utilizar las mismas redes para generar ingresos adicionales con publicidad. En ese escenario, al menos aparentemente, lo que resultaría incorrecto es terminar aprendiendo algo diferente a lo que se tenía pensado.
Sin embargo, evocando lo que mencioné como característica de los colombianos, la creatividad sumada a la habilidad de emplear discursos motivacionales, en muchos de esos programas publicitados como presentaciones de negocios digitales piden a sus potenciales afiliados grandes sumas de dinero, incluso expresadas en dólares, bajo la promesa de devolver después de unas semanas la misma cantidad sumada a un rendimiento, pudiendo este ser mayor cuando se logra vincular a más personas. ¿Nos resulta algo de esto familiar?
Tras el afán de la búsqueda de dinero, por supuesto siendo tan necesario, de un lado se encuentran quienes podrían estar atrayendo de forma masiva ahorros del público, desconociendo voluntaria o involuntariamente los riesgos que implica para cada persona que se vaya sumando a los atractivos programas asociados a la misma estructura piramidal y, por supuesto, los de tipo legal. Por el otro lado, se encuentran las personas que, persiguiendo el mismo objetivo, confían su dinero bajo una promesa ciertamente difícil de cumplir, siempre con algo de zozobra, aun cuando en la mayoría de casos no conocen en lo absoluto los riesgos que implica ese voto de confianza.
No resulta entonces extraño que, tras lo ocurrido con DMG, en el país se hayan impulsado cambios en la normatividad, previendo los riesgos que implican este tipo de esquemas, que resultan tristemente para la mayoría en el derribo de planes, sueños o simplemente de una apuesta. Este tipo de actividades podrían encender las alarmas, recordando que la Superintendencia Financiera debería intervenir cuando haya desarrollo de actividades financieras sin la debida autorización, como lo dispone el Decreto 4334 de 2008.
Son tiempos difíciles, sí, pero por la misma razón no basta con depositar la confianza para esperar que casi mágicamente el dinero se multiplique, pues la posible cura puede resultar más cara que la enfermedad.
Sin duda, sería un error afirmar que está mal usar la creatividad para generar dinero de forma más fácil, porque, como regla de negocios, mientras se informe a los involucrados sobre los riesgos que se corren, enmarcando todo en los límites legales, esa creatividad puede resultar en oportunidades muy valiosas.