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No es raro que se niegue la posibilidad de que haya orientaciones sexuales distintas al binario hetero/homosexual.
Por: Nora E. Picasso Uvalle
Al respecto hay, por lo menos, tres ideas sobre la bisexualidad: primero, que ésta no existe; que es una fase y las personas que se dicen bisexuales en realidad están confundidas. Este argumento, en últimas, niega la posibilidad de la bisexualidad como una orientación sexual. Además, contiene una dosis de sexismo en la medida que: a) los hombres bisexuales siempre son homosexuales (porque ¿qué “hombre de verdad” se va a meter con otro hombre?) y b) las mujeres bisexuales siempre son, en realidad, heterosexuales, en una fase “natural” y de experimentación, pero, al final, siempre terminan con hombres. Las personas bisexuales siempre son las confundidas, las que cualquier día te dejan para irse con quien “de verdad” les gusta.
Segundo, las y los bisexuales como grupo “exótico” y promiscuo. Para muchas personas, el hecho de que te gusten las mujeres y los hombres te hace automáticamente una persona kinky, experimentada y, obvio, tus posibilidades de actividad sexual se multiplican. En este sentido, las personas bisexuales son incapaces de ser fieles pues nunca están satisfechas con una sola persona.
Tercero, la bisexualidad es, como escuché alguna vez, “codiciosa”: quiere lo mejor de los dos mundos. Para muchas personas es una forma de privilegiarse de la heterosexualidad, sin tener que pasar por el “martirio” de salir del clóset. Este argumento, además de minimizar la exclusión que existe de la bisexualidad como categoría de orientación sexual, ignora que identificarse como bisexual es un proceso que también exige autonombrarse como una persona diversa, con todas las consecuencias culturales y sociales que lastimosamente ello conlleva.
Analizar la bisexualidad es interesante (entre otras cosas) por la forma en que las reglas de la heteronormatividad se reproducen no sólo por parte de las personas heterosexuales (como podríamos pensar), sino también por parte de los gays y las lesbianas. Dentro del colectivo LGB (no incluyo T ni I porque quiero hablar sobre la orientación sexual), probablemente la B es la más invisible y/o excluida. Independientemente de si eres heterosexual u homosexual, las y los bisexuales representan una amenaza, desde la estabilidad emocional hasta la seguridad en temas de salud sexual. Esta cuestión es importante para el análisis del movimiento LGBT. El problema de dejar de considerar las nociones en las que se basa una lucha, es que un movimiento que pretende diversificar termine, precisamente, excluyendo.
Quizá la dificultad para aceptar la bisexualidad sea el hecho de que los grises nos aterran: o bueno o malo, o blanco o negro, o nacional o extranjero, o mujer u hombre, homosexual o heterosexual. Creo que vale la pena replantear la manera en que percibimos las categorías. Más que modelos a seguir o lograr, las categorías deberían ser formas para explicar ciertas cosas, sin que eso signifique que deben funcionar como categorías normativas.
Pareciera que el discurso sobre la orientación sexual ha convertido la atracción en algo superficial. El hecho de que te sientas atraída hacia uno u otro género, no quiere decir que te gusten todas las personas que encajen en la definición de ese género. Cada quien encuentra en las/los demás ciertas características y aspectos que no se reducen sólo al sexo o al género.
Es importante que el interés por la diversidad sexual realmente sea lo que mueva al movimiento LGBT. Para esto, uno de los pasos que es necesario dar, aunque no el único, es visibilizar la bisexualidad. Visibilizarla como una orientación posible y válida más allá de los estereotipos que existen y de la reproducción de la heteronormatividad dentro del propio movimiento LGBT.
