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Los resultados del estudio realizado por el Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, ONU-Hábitat, publicados en octubre de 2014, y que tuvo su aplicación en 23 ciudades de Colombia las cuales contaban con la información suficiente, permiten observar que, en materia de infraestructura, calidad de vida, productividad y sostenibilidad, no se concibe una dimensión más amplia de territorio a parte de la descrita por las seis o siete ciudades capitales. Así, la brecha en prosperidad y desarrollo entre las grandes áreas metropolitanas y el resto del país sigue aumentando.
Este informe presenta que el 76% del total de la población colombiana vive en las ciudades. ONU-Hábitat prevé que para el año 2050 esta cifra sea del 85%. Pero, además, afirma que el 75% del territorio colombiano es rural, en contraste con el hecho de que la mayoría de los habitantes estén concentrados en las ciudades. Esto en consecuencia hace necesaria la implementación de estrategias frente al fenómeno de densificación de las áreas metropolitanas, pero más importante aún, para su sostenibilidad.
En el estudio es posible analizar algo que no es sorpresivo y que puede ser la causa por la que el modelo metropolitano en Colombia deba reformularse: las ciudades capitales del país como Bogotá, Medellín y Bucaramanga, y en menor medida Cali, Barranquilla y Cartagena, las cuales se están quedando rezagadas según el estudio, siguen siendo los espacios donde se llevan a cabo los procesos de desarrollo e innovación en el país. La dinámica de productividad financiera sigue teniendo lugar allí al ser las contribuyentes de casi el 85% del PIB del país.
Un cambio en el enfoque del modelo de desarrollo debe ir en dirección a darle más preponderancia al sistema intermunicipal. En la actualidad es posible advertir que estas unidades administrativas, muchas de ellas al margen de los efectos del desarrollo metropolitano, están dando respuesta de manera eficaz a las problemáticas de desarrollo urbano. Un caso que puede servir de ejemplo para este modelo, es el de Envigado, municipio de Antioquia. Éste registró en 2011 un índice de satisfacción en servicios públicos del 94,5% sobre el total de su población, según cifras del DANE. Su éxito se debe más a una planeación con políticas enfocadas al desarrollo humano sostenible, que incluye una densificación y uso de recursos responsable, antes que al beneficio indirecto de cercanía geográfica con la ciudad de Medellín.
Una planeación estratégica de otros municipios en el país en esta misma dirección, como Chía y Soacha, en Cundinamarca; Floridablanca, en Santander; Yumbo, en el Valle del Cauca; o Malambo, en el Atlántico, podrían ayudar a enfrentar el desbordamiento de las áreas metropolitanas y convertirse en focos descentralizados de desarrollo e innovación.
EL MODELO METROPOLItano en Colombia está comenzando a verse agotado en su propósito de masificar los beneficios del desarrollo urbano que trae consigo las ciudades. Esto se debe, en principio, a dos razones: la primera es que se mantiene la errónea concepción geográfica de creer que el desarrollo y la innovación son procesos que sólo tienen lugar en las ciudades más importantes del territorio nacional, y la segunda, por el hecho de que se intente llevar a cabo el desarrollo del país a través de la expansión en las áreas de estos centros urbanos.
Demis Mauricio Betancur *
