“Mujer Maravilla”: ¿empodera o empeora?

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Columna del lector
05 de junio de 2017 - 02:00 a. m.
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Por Manuel Pinzón

Existe expectativa sobre lo que la Mujer Maravilla puede lograr en cine. Es el último salvavidas para DC Comics. Las tres anteriores entregas de DC, aunque un éxito en taquilla, han sido una decepción para la crítica. Además podría significar un paso gigante para la inclusión de la mujer en un género cinematográfico que ha mostrado ser diseñado para los hombres.

La Mujer Maravilla tiene un potencial ideológico fuertísimo, si tenemos en cuenta la capacidad del cine para influir en el imaginario colectivo. Así como Los Vengadores hizo soñar a los hombres con tener el cuerpo de Thor y la inteligencia y plata de Tony Stark, la Mujer Maravilla podría cambiar los estereotipos sobre los que las mujeres se construyen. Sería un gran avance que las mujeres dejaran de soñar con el escote de Elizabeth Olsen o las nalgas de Scarlett Johanson y soñaran con el intelecto y la fortaleza de la Mujer Maravilla.

Diana Prince —nombre de pila de la Mujer Maravilla— es la princesa de una raza de guerreras, las amazonas. Ellas han vivido aisladas en una isla en la que sólo existen mujeres. Que sólo haya mujeres implica que la distribución de roles no existe. Las mujeres son las que van a la guerra, las que cazan, las que estudian. Diana es una guerrera superdotada, tanto intelectual como físicamente. No se trata únicamente de su flamante armadura, de sus inquebrantables piernas, de su rostro celestial. Se trata de una mujer que no fue acostumbrada a vivir dominada y que fue criada para que no exista nadie mejor que ella.

En contraste, la Mujer Maravilla que vemos en la película de Patty Jenkins es una muchachita ingenua, voluntariosa e incluso tonta. Sus creencias y convicciones son burladas y desacreditadas constantemente. Las discusiones políticas sobre género y sexualidad, que podrían representar de forma más compleja al personaje, se esbozan de manera marginal y son débiles y superficiales. La posición de Diana, más que mostrar su fortaleza e intelecto, termina por reproducir clichés estúpidos ya harto agotados. La visión de Diana sobre el hombre como instrumento reproductivo o el diálogo burlesco sobre el pene de Steven son un consuelo cándido y ridículo para aquellos que esperábamos ver en Diana un símbolo de emancipación argumentado y coherente.

Cada intervención llamativa de la Mujer Maravilla se ve eclipsada por respuestas machistas. Pensemos en la discusión que sostuvo Diana frente a los generales ingleses. Diana fue silenciada sin que pudiera mostrar su estrategia y argumentos. Pensemos también en la pelea del bar. Hubiera sido una escena magnífica para mostrar a la princesa rompiendo escenarios típicamente masculinos. La imagen pierde fuerza cuando uno de sus compañeros dice no saber si sentirse excitado o asustado. Es decir, para qué tomar con seriedad a una mujer que nos supera en fuerza, valor e inteligencia, si podemos excitarnos con ella. Qué desperdicio.

Para colmo de males, Diana no gana su pelea contra Ares por sus habilidades. La gana dependiendo del sacrificio de un hombre. Finalmente, estúpida e ingenuamente nos sale con el cuento de que su fuerza y su fe dependen del amor.
La película es una buena cinta de acción. Más allá de eso no significa nada. En la trilogía de Batman que dirigió Nolan pudimos comprobar que se puede hacer una buena película de superhéroes al mismo tiempo que podemos reflexionar sobre temas más profundos. Mujer Maravilla no es una de esas.

Conclusión: es una película entretenida. Gal Gadot se ve tan o más despampanante que Scarlett Johanson o Elizabeth Olsen en sus roles como heroínas. Sin embargo, al igual que ellas, continúa siendo un adorno más en un universo que continúa reproduciendo imaginarios cuestionables de la mujer. Las películas de superhéroes son hechas por hombres y para hombres. Lo grave de la Mujer Maravilla es que es hecha por una mujer pero sigue siendo para los hombres.

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