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No digas gracias, porque hacer tareas domésticas no es ayudar

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Ana María Chaves García
04 de julio de 2022 - 05:00 a. m.
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Cierto día escuchaba cómo mamá le daba las gracias a mi hermano por haber limpiado las paredes de la casa, y yo simplemente quedé extrañada ante tan anormal comportamiento que mis ojos presenciaron. Me pregunté, en medio de mi incomodidad, ¿por qué mamá no me da las gracias también por hacer las labores del hogar? ¿Por qué pedirle a él ocasionalmente que haga labores del hogar y que no sea una actividad diaria? Como cualquiera que comparte un mismo espacio en una familia, come, viste, duerme y se asea, debe tener responsabilidades en el cumplimiento de obligaciones en el hogar, libres de estereotipos de género y de manera igualitaria.

Probablemente algunas sintieron lo mismo que yo o quizás el tema pasó desapercibido al pensar que por el simple hecho de ser mujeres venimos con un botón automático que nos dota de la habilidad de desempeñar tareas domésticas, con vocación de procrear y educar hijos, mientras que a la figura paterna, cuando regresa cansada de su jornada laboral, le es inconcebible dejar en el cesto de la ropa sucia aquello que ensució y los zapatos en su lugar. Espera que se le sirva la cena y se laven los trastos sucios que haya en el lavaplatos, y luego va a dormir sin inmutarse, independiente de si sus hijos se sienten bien y sin la más mínima muestra de atención.

Decir “¡gracias!” a tu esposo, hijo, hermano, papá o cualquier familiar hombre como aliciente a esa “ayuda”, de la cual inefablemente muchos alardean cuando la brindan en su hogar, solo demuestra que aún hay mucho por trabajar en materia de igualdad y combate a los estereotipos de género; reafirma que la educación impartida a los relevos generacionales se ha basado en la reproducción de valores machistas que la sociedad nos ha heredado, pero que solo pueden ser erradicados desde casa con la simple convicción de que las tareas del hogar no son para un solo género.

Si analizamos la palabra “ayudar” tiene una connotación facultativa, de hacer o no algo de manera voluntaria, y no de obligatoriedad. Al vivir en un hogar, inherentemente se adquieren unas obligaciones. Las tareas del hogar no son una opción: es trabajo no remunerado que por los siglos de los siglos se les ha asignado y atribuido a las mujeres. Ya es hora de que los hombres también lo abanderen.

De acuerdo con cifras de ONU Mujeres, ellas dedican entre una y tres horas más que los hombres a las labores domésticas; entre dos y diez veces más de tiempo diario a la prestación de cuidados (a los hijos, personas mayores y enfermas); y entre una y cuatro horas diarias menos a actividades de mercado. Esto debido a que al recaer en sus hombros las tareas del hogar se retrasan en sus carreras y reciben menor remuneración.

Con todo lo dicho, deseo que cuando tengan hijos no fracasen en el intento de educar, desde hogares seguros y amorosos, sobre la importancia de asignar tareas domésticas de manera equitativa entre todos los miembros de la familia. Que ninguna niña, adolescente o mujer sienta que esto es solo una carga de nacimiento solo por ser mujer, ni que debe renunciar a sus sueños para solo dedicarse a ello. Que se rompan los estereotipos autoritarios y se generen lazos de confianza y autoestima entre las hijas, hermanas y primas para que sean preparadas para el trabajo remunerado y, además, para enseñarles a los niños a hacer estos trabajos no remunerados.

Por Ana María Chaves García

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