Que Ángela Hernández, diputada del Partido de la U, lance un discurso homofóbico dentro de un país en el que las minorías han tenido un avance en materia de inclusión y de derechos, resulta chocante y violento.
Por Luz Maribel Balaguera
Si desde niños a los homosexuales nos han trasgredido, nos han excluido enseñándonos por medio de castigos, burlas, discursos moralizantes y religiosos que nuestra sexualidad, psique y hasta espíritu no están bien, si desde nuestros hogares no tenemos cabida dentro de una sociedad conservadora que nos trasgrede constantemente creando en nuestro interior un choque entre lo que sentimos y lo que deberíamos sentir según aquello con lo que no nacemos, los prejuicios, entonces nuestro país jamás podrá tener paz.
Recuerdo mi niñez, dentro de un hogar cristiano y conservador, siendo la menor de una familia de cinco mujeres, cuando los primeros despertares de mi sexualidad se veían llevados hacia una profesora de inglés rubia e inteligente (al mejor estilo de “Carito me habla en inglés”) en la que en medio de juegos y enseñanzas yo declaraba mi amor con tareas bien hechas y excelencia académica, cuando aún no había escuchado aquel sermón que me enseñaría que algo estaba “mal” en mí, con aquella inocencia propia de la niñez, yo veía con naturalidad mi amor hacia aquella profesora de inglés. Fue entonces cuando en una de esas tardes en las que nos vemos inmersos la mayoría de los colombianos, de cumplir con los deberes de ir a la iglesia y presenciar un ritual religioso que poco nos interesa en la niñez, escuché aquella palabra tan satanizada: “homosexual”, junto con términos como “aberrados”, “violadores” y hasta “endemoniados” y llevada por mi curiosidad seguí escuchando lo que justamente presentía: Desde niña era una “aberrada”, una “endemoniada”, una “violadora” o “violada”. Me asusté tanto desde entonces, que gracias a esa experiencia nació una lucha de conflictos en mi interior.
Llevada a esconder por miedo aquellos gustos tan satanizados dentro de una iglesia, una familia y una sociedad que no solo señalaban, sino que excluían como si tuviera la peor enfermedad de todas, a aquellas personas con gustos “desviados”, me vi en miras de copiar el comportamiento de mis hermanas y ser una parodia heterosexual.
Resulta chocante, por lo tanto, que desde nuestra niñez se nos enseñen aquellas ideologías de discriminación, destrozando nuestros espíritus y llevando a muchos al suicidio, donde miles de jóvenes como Sergio Urrego son el reflejo del “apocalipsis” constante que debemos vivir los homosexuales en este país.
Ahora viene una “respetada” señora, que es la voz de aquellos discursos dominantes que existen en las masas de nuestro país y que despiertan aquel sentimiento religioso y conservador en miras de “cuidar a nuestros niños” de aquellos que desde la niñez se nos niega la calidad de humanos, de seres naturales, de los que hay que protegerse, a los que hay que apartar porque ni siendo niños somos personas, somos inocentes.
Diputada Ángela Hernández, usted podrá destruir espíritus inocentes en el camino, pero por cada nueve que destruya existirá uno más fuerte que el suyo y se levantará y luchará por sus derechos, y personas como usted tan solo podrán apartarse para ver nuestra lucha por la inclusión dentro de esta que también es nuestra sociedad con respeto y admiración.