Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

“¡No más perros, no más carros… no más niños!”

Columna del lector

26 de febrero de 2017 - 09:00 p. m.

Por Fernando Carrillo V.

PUBLICIDAD

Chillan, pitan, defecan, ensucian, salpican, incomodan… atropellan. Carros, niños, perros, perros, carros, niños… ¡paren su producción, por favor! Que cese la reproducción, animal, automotriz y humana. Calles llenas de estiércol, senderos forrados de mierda, caminos, andenes, parques, escaleras, aceras, tapetes, alfombras, garajes, entradas, salidas, etc.; un asqueroso campo minado, a diestra y siniestra. Perros chillones, cuando no agresivos, peludos e incómodos, inquietos, traviesos, sucios y hasta… “letales”, algunos. Pero, seguramente, como hasta la saciedad lo he señalado en otras columnas, la bestia no es el animal, sino el amo incapaz de educarlos. Adiestrarlos.

Aquellos que compran una mascota, solo para que les haga compañía o entretenga y sirva de “terapia” para sus hijos, sin importarles la educación y la formación que necesariamente debe recibir el can, de cara al entorno social que lo circunda; son unos antisociales; enajenados de las normas mínimas de pacífica convivencia. No a todos nos gustan los perros; personalmente amo los educados. El perro bulloso y agresivo me enerva. Hijos descuidados de amos irresponsables, que se vuelven lastres para el resto de la comunidad.

Hay un perro en mi urbanización que empieza a ladrar todos los días a la 6 a.m. y aquel “hijo” de pudiente amo, de tan solo tres años, se vuelve entonces blanco de todo tipo de agravios por parte de una colectividad justamente exasperada; sin que el inútil del dueño haga algo para atenuar la situación. Porque ni siquiera capaz es de entrarlo al apartamento. Desde el balcón el can fastidia lo indecible. Es un concierto diario de ensordecedores aullidos.

Y, cuando no es el galgo aquel, es el carro al que se le dispara la alarma a medianoche o a las 3 a.m. Y si no es el carro, es el “chino” berreando a las 11 p.m. o a desde las 4 a.m. Tenaz.

Esta ciudad capital no aguanta un auto más rodando por las infestadas y limitadas calles; el caos producto de la hemorragia automotriz es inaudito (y ni hablar de las escurridizas y nocivas motos). 300 nuevos carros expelen a diario los concesionarios, infectando cada vez más las avenidas, la ciudad y demacrando enormemente, obvio, el medio ambiente. Carros, carros, carros, smog, contaminación, “pito y plaga”… porque como plagas voraces y dañinas… se esparcen por las arterias y venas de una ciudad enferma. Agobiada. Desesperada. Caótica. No más carros. “Autoridades”: ¡Neutralicen, minimicen, regulen, controlen ese flujo perverso! ¡Hagan alguna “joda” que evite el apocalipsis!

Read more!

Los parqueaderos no dan abasto, no dan abasto los garajes; carros, carros, carros, motores que desatan el caos y de paso una embolia diaria en las calles y la parálisis de los fines de semana, arruina la paciencia del ciudadano vulnerable y en constante exposición a padecer un paro carr…íaco. Cardíaco.

Otros que tampoco dan abasto son los parques, los conjuntos, los centros comerciales, los articulados de Transmilenio los fines de semana, los hogares, los comedores, los alimentos, las familias, los pañales, el aire y teteros. La sobrepoblación infantil es inaudita. Los voraces hermosos y conmovedores comerciales que con una sutileza endemoniada invitan a procrear, idiotizan y sedan. La velocidad de reproducción endiablada, el déficit escabroso; una carencia aterradora, pero el pueblo sigue reproduciéndose cual arteros y sádicos conejos. Las calles vuelven a plagarse dramática y dolorosamente, no de carros, no de perros, sino de niños mendigando, pordioseros a merced de mafias abusadoras y diabólicas; de madres desesperadas por alimentar a sus pequeños y otras además, por explotarlos. Madres desahuciadas que abusan de esa maravillosa facultad de procrear. Unas por irresponsables, otras porque ven en la reproducción en serie un estremecedor negocio de infausta sobrevivencia. Porque definitivamente, más allá de lo irritante que resulta un niño malcriado, grosero o fastidioso; aquel infante, que se acerca a nosotros o golpea el vidrio de la ventana de nuestro contaminante automóvil y pone a ladrar a nuestra bullosa mascota, con el propósito de conseguir una moneda; esa criatura, nos rompe el alma.

Read more!

@ferjedy

No ad for you
Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.