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Año 2024. Nunca soporté esa afirmación según la cual los seres humanos somos animales políticos. ¡Política! Vaya atrevimiento.
Lo que sí me gusta, lo que habría sido un enunciado característico de mi persona a la perfección, podría elucidarse de la siguiente manera; “Los seres humanos son futboleros”. El fútbol; esa sí es una pasión que me acompañará hasta el final de mis días.
Recientemente me había hecho fanático de un equipo deportivo llamado Argento F.C. Era la primera vez que me acercaba a su gloriosa cancha -Luna de Avellaneda- a contemplar un enfrentamiento de mi equipo con un contrincante que desconocía.
Sentado en las gradas, me llamó poderosamente la atención la vehemencia con la cual se trataban los contrincantes y la escasez de espectadores.
Le pregunté a una mujer sentada a mi lado por las causas de tal extrañeza. Ella, sonriéndome con condescendencia, me explicó que no se trataba de un partido, sino de un entrenamiento. “No se preocupe”, me dijo, “la mayoría de las personas cree que ha venido a ver un enfrentamiento entre dos rivales, cuando en realidad se trata de un duelo entre personas del mismo equipo que se diferencian utilizando camisetas diferentes”.
Acto seguido, acotó que el entrenamiento tenía una particularidad: “De un lado juegan todos los defensas; los que tienen por cometido conservar el arco contrario tal cual está. Del otro juegan los atacantes; de los cuales se espera algún tipo de cambio radical”.
Me resultó extraño que el cuadro de los atacantes careciera de punteros izquierdos; todos parecían querer desbordar siempre por la derecha.
Es curioso como a los radicales la platea le habilita acciones que nunca le soportaría a los conservadores, y viceversa.
Miré detenidamente el entrenamiento camuflado de duelo. Un hombre a mi lado afirmó: “Este año sí que van a comer con nosotros”.
Me quedé pensando para mis adentros: “Con esta formación; durante mucho tiempo; acá no va a comer nadie”.
Le fue tan mal a mi equipo que se fundió. La señora de las gradas (que ahora era mi amiga) me explicó en una ocasión que el equipo había cambiado de nombre; ahora se llamaba “El león”. “Y se lo conocía por un apodo; ‘el seco de vientre’”. Cuando pregunté por las causas de tan chistoso sobrenombre, ella me ilustró con una serie de detalles ejemplificantes;
- Grita y se queja, pero rara vez resuelve.
- Su interior acumula porquería.
- De prolongarse su existencia en el tiempo, puede provocar graves consecuencias y daños irreparables.
- Genera síntomas que imposibilitan las actividades cotidianas.
- Los más vulnerables a la enfermedad son los adultos mayores, las mujeres, los niños, los que padecen enfermedades mentales y los sedentarios (esto último es, aquellos que tienden a sentarse, mirar a su alrededor y no hacer nada).
- Los mecanismos de prevención de tan patético mal son:
-cambiar el sedentarismo por arremetimientos más activos,
-deshacerse del desagradable pedazo de escoria lo más rápido posible,
-no estar dispuesto a dejar de comer,
-tomar mucha agua (de esa que sale de los ríos y que la multinacional “rio tinto” evapora cuando extrae litio de “salinas grandes”),
-repetirse una y otra vez que pasar mal no debe ser jamás una realidad a la cual uno se deba acostumbrar.
Que bárbaros esos griegos pansexuales que me dijeron animal y me quisieron obligar a hablar de política, que no me interesa. Yo soy un ser humano futbolero, y el que diga lo contrario miente.
Porque yo soy fiel a eso que es mi verdad.
Eso es mi forma de ver el mundo
Eso es mi ley.
Por Daniel Lanza
