Un viejo amigo me dijo alguna vez que el conocimiento se oculta a sí mismo hasta que encuentra el momento preciso para emerger de la oscuridad. Mientras tanto habita ahí, en los lugares más remotos del alma, en los parajes olvidados de la memoria, aguardando a ser descubierto.
Conocí al maestro Piero —el magnífico cantautor argentino, nacionalizado colombiano, que le dio voz al inconformismo de esta tierra en los años difíciles de dictaduras y persecuciones— cuando tuve la oportunidad de entrevistarlo. No podía comprender cómo un hombre como Piero concedía una entrevista a una persona como yo, relegado al anonimato casi absoluto. Así se lo expresé a su asistente, con quien me contacté para realizar la entrevista y ella me respondió que el maestro cree que todos tenemos algo que decir.
Tardé mucho tiempo en comprender a cabalidad todo lo que aquella noche Piero habló conmigo. Es como si la esencia de sus palabras hubiera estado destinada para que la entendiera justo ahora que es la hora de saber quiénes somos, como lo dijo Mario Benedetti en Un padrenuestro latinoamericano.
Cuando le pregunté qué lo inspiraba, el maestro, sereno, respondió: “Las necesidades, todo lo que falta por hacer. Entonces hay que juntarse, y hacerlo”. “¿Qué hay que hacer?”, pregunté entonces. “Hay que ser solidarios, hay que amar. Hay que amar en todos los colores, de todas las maneras. Hay que ‘franelearse’ más, o sea: apapacharse más. (…) Y abrazar en la hostilidad al violento. La única forma en que lo bajás (al violento) es con amor. El resto son palabras, gritos, cosas… y el tipo sigue con la suya”, respondió.
Escuchar hablar a Piero, oír sus canciones y releer sus respuestas ayuda a dimensionar el hombre que es. Piero comprende el mundo, padeció la injusticia de la censura y la tristeza del exilio, pero su paciencia y persistencia le permiten mantener intacta la esperanza y le brindan la determinación suficiente para asumir su posición frente al mundo: son pocos los destinados a cambiarlo, a hacer de éste un lugar mejor.
Para terminar la entrevista, le pedí a Piero que enviara un mensaje final a quienes iban a leerlo y con la misma ternura con la que canta, me respondió: “El mensaje sería que tenemos que ser coherentes con lo que pensamos a ultranza, no dejarnos vencer porque parece agobiante lo que pasa (…)”. Era como un mandato: no basta con ser coherentes, hay que serlo a ultranza, aunque la realidad sea agobiante, triste, absurda.
A estas alturas de camino, en medio de la lucha constante por alejarnos del borde del abismo, vale la pena preguntarnos si seremos capaces de ser coherentes a ultranza con lo que pensamos, si seremos capaces de dejar a un lado el odio fratricida para dejar de hacer de la franja roja de la bandera una estera infinita de sangre y también si estamos dispuestos a ser solidarios y a amar en todos los colores y de todas las formas.
Ahora que la historia nos está poniendo a prueba, es importante preguntarnos qué tipo de sociedad somos y qué tipo de país queremos ser, si uno que siga contando la historia triste de sus muertos o uno que le entregue a las futuras generaciones la posibilidad de vivir. Si vamos a ser coherentes, si de verdad queremos un país en paz, entonces hay que juntarnos y hacerlo.
*Andres Felipe Castañeda
@acastanedamunoz
