Por María Paula Murcia Huertas
Mujer. Joven. Feminista. Lesbiana. Poeta. Exitosa. Elvira Sastre escribe desde un lugar que en el mundo contemporáneo occidental no tendría cabida en las esferas de poder. Sin embargo, ella ha logrado transformar las dinámicas hegemónicas de poder político y cultural. A través de un género literario que ha sido históricamente manejado por grandes figuras masculinas, esta poeta ha reivindicado la imagen de las mujeres y nos ha dado cabida a todas dentro de la poesía romántica.
Los siguientes tres fragmentos son descripciones de mujeres hechas por hombres:
“Tu tez rosada y pura, tus formas gráciles / tu mano blanca y fina, toda hoyuelada, / todo eso está, ya a gritos, pidiendo un hombre”.
“¿Qué más da tontería en ti o qué más da indiferencia? / Te saludo adorno o máscara. Solo adoro tu belleza”.
“Tu boca como lirio, que derrama / licor al alba; de marfil tu cuello; / tu mano el torno y en su palma el sello”.
Los que vienen son escritos por una mujer:
“Tu despertar será una nota a destiempo. / Tu sueño, un duelo contra ti misma”.
“Es como si bailaras al son de una canción que detesto / pero eres tú, / y te imagino tormenta”.
“Estaba loca, / joder, / estaba loca. / Tenía en su cabeza una locura preciosa. / ¿Cómo no iba a perder la puta razón por ella?”.
“Sigo creyendo que fuiste un milagro aunque ya no crea en la fe”.
Los primeros fragmentos pertenecen a poemas de José Asunción Silva, Charles Baudelaire y Lope de Vega. Los segundos son de poemas de Elvira Sastre.
Los primeros hablan sobre la belleza. Construyen una imagen unidimensional de las mujeres en la que solo se valora, como objeto estético, el cuerpo. Más allá de lo físico nada importa: “solo adoro tu belleza”. Y no son cuerpos que hacen; solo son contemplados —deseados— por otro. El otro que escribe: el poeta. Además, lo estético como única cualidad femenina valorada en los fragmentos remite a una mujer joven y de clase alta. Joven por sus “formas gráciles”, “mano hoyuelada” y “boca como lirio”: cuerpos que conservan la lozanía. De clase alta por su “tez rosada y pura”, “mano blanca y fina” y “de marfil el cuello”: cuerpos que no han sido expuestos al trabajo.
En los segundos es evidente que la descripción cambia. Son las palabras de una mujer hablándole a otras mujeres. Los criterios en cada fragmento son diversos y las mujeres a las que les hablan también son distintas desde las palabras usadas para describirlas. A diferencia de los poetas mencionados antes, Sastre logra transmitir la idea de mujeres reales que se construyen de dimensiones que trascienden lo estético. En sus poemas, y en sus fragmentos, ya no somos solo cuerpo: somos sueño, duelo, baile, locura, milagro. La poesía de Elvira Sastre nos devuelve a las mujeres el carácter humano que nos habían arrebatado los hombres poetas.
La “poesía visceral” de Sastre, como ella misma la llama, genera una identificación potente. Su estilo libre, extraído de la realidad, prescinde de musas ideales. Su fuente de inspiración es la misma vida y esa aura genuina que construye para ambientar a las mujeres a quienes describe, acerca a la lectora, o lector, a su arte.
Elvira Sastre ha logrado que yo pueda prescindir de un tercero para dedicarme poemas. Sus mujeres hechas de palabras son tan diversas, detalladas y reales, que en todas encuentro algo de mí. Así que he optado por apropiarme de sus palabras y autodedicarme sus poemas pues me gusta la forma en la que me describe. Y al hacerlo también se describe a ella. Nos describe a todas y nos da la posibilidad de hablarnos y construirnos sin que haya un intermediario.
Sastre llegó a reivindicar la poesía romántica a partir de su gran habilidad de traducir emociones reales, suscitadas por personas reales, en imágenes bellísimas, profundas y con las cuales es fácil relacionarse. Nos dio voz poética y nos pintó como somos: humanas, no musas.
