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Remesas y migración: dos caras de un mismo problema

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Columna del lector: Óscar Loaiza Pava
22 de febrero de 2021 - 03:00 a. m.
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Pese a lo que algunos esperábamos, las remesas que ingresan a Colombia lograron recuperarse antes de que finalizara 2020. Así se deduce del informe del pasado 27 de noviembre del entonces gerente del Emisor, Juan José Echavarría, cuando anunció que para el período enero-octubre las remesas alcanzaron los US$5.612,9 millones, cifra que es un 1 % más alta que la del mismo período del año anterior. No parece mucho, pero los crecimientos de septiembre y octubre (por el orden del 17 % y 14 %, respectivamente) recuperaron el terreno que las remesas habían perdido durante los confinamientos mundiales por la pandemia.

Las remesas a las que hacemos referencia son todas aquellas transferencias de recursos sin contraprestación, enviadas por los colombianos que viven en el extranjero a los familiares que dejaron en nuestro país. En América Latina, tras las remesas se oculta el drama del desarraigo y en Colombia esconden, además, una buena parte de los enormes desequilibrios comerciales.

De acuerdo con las cifras oficiales, actualmente uno de cada diez colombianos vive en el exterior; ellos se encuentran principalmente en Estados Unidos (34 %), España (23 %), Venezuela (20 %), Ecuador (3,1 %) y Canadá (2 %). Sin embargo, una cosa es el destino de los migrantes y otra el origen de los US$6.744 millones en remesas que ellos enviaron hacia Colombia en 2019. Estos recursos provenían principalmente de Estados Unidos (49 %), España (15 %), Chile (6 %) y Panamá (4 %), mostrando que este flujo depende directamente del auge económico del país en el que se encuentran los connacionales.

De las anteriores cifras sobre migración importa no solo la cantidad sino la calidad. Los 4,7 millones de compatriotas en el exterior representan (teóricamente) la segunda ciudad más grande del país después de Bogotá, y con respecto a la calidad del recurso humano que sale de Colombia, preocupa sobremanera la edad promedio y el avanzado grado de escolaridad de las oleadas migratorias más recientes. Estamos ante una fuga de talento joven y con estudios superiores, al tiempo que la pospandemia nos plantea la obligación de echar mano de todos los recursos disponibles para reactivar la economía.

Ahora hablemos de dimensiones. Un superávit de remesas podría pasar desapercibido en cualquier economía latinoamericana y así sería para el caso colombiano, de no ser porque los $25 billones que ingresaron en 2019 equivalen al 2 % del PIB del mismo año, al 42 % de las exportaciones petroleras, son tres veces las exportaciones anuales de café o el equivalente a la suma de las exportaciones totales de ferroníquel, oro, flores y banano. Palabras más, palabras menos, las remesas son el segundo renglón de ingreso corriente de moneda extranjera a la economía nacional o, dicho de otra forma, el país encontró en la salida de su talento humano una fuente significativa de divisas.

La balanza en cuenta corriente de Colombia ha sido deficitaria en lo que va de este siglo, situación que se convirtió en tendencia después de la crisis financiera internacional de 2008, pero se acentuó a causa de los resultados negativos que sobre la balanza comercial tuvieron la entrada en vigencia del TLC con los Estados Unidos en 2012 y la crisis de los precios del petróleo de 2014. Desde entonces, tanto la cuenta corriente como los precios del petróleo han mostrado una leve recuperación, pero nunca como para permitirle a la cuenta regresar a los niveles de la primera década.

Precisamente las transferencias pasan de ser el 23 % del déficit de la cuenta corriente en 2014 a ser el 63 % del déficit para 2019, de acuerdo con el Informe de balanza de pagos del Banco de la República. Los déficits tanto de la balanza comercial como de la renta factorial siguen siendo, a partir de ahí, muy pronunciados como para que las remesas oculten la caída generalizada de los precios de los commodities y nuestra dependencia del petróleo. Sin duda, las cifras le vienen mostrando a Colombia que debe mirar más allá del extractivismo, que las remesas no pueden ser la carta que salve los desequilibrios externos y mucho menos que deban ser tenidas en cuenta como un motor para el desarrollo. Por el contrario, nos dicen que es hora de crear las oportunidades para detener la fuga masiva de capital humano, sin el cual es imposible y no tiene sentido construir futuro.

* Profesor del programa de Economía de la Universidad Piloto de Colombia.

Por Óscar Loaiza Pava

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Fabio(5564)22 de febrero de 2021 - 01:19 p. m.
Profesor, olvida mencionar, que presuntamente los narcotraficantes, utilizan este medio para lavar dólares, a través de el envió de pequeñas cantidades. Pero asumiendo el principio de la buena fe, es un error que la salida del talento humano sea una fuente significativa de obtener divisas. Pensar que muchos colombianos critican las misiones medicas de Cuba, mecanismo para obtener dólares.
  • ALFONSO(23744)08 de marzo de 2021 - 04:34 p. m.
    Favio: Mientras los Colombianos MAMERTOS, no se preocupen primero por conocer la Constitución y demudar su cumplimiento, los políticos del enjambre Centro Democrático seguirán engañando al pueblo, y mientras su DIOS URIBR, continúe como Presidente por tercer término, los MAMERTOS colombiano continuaran MAMANDO.
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