Publicidad

"¡Se pervirtió Transmilenio!"

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Columna del lector
05 de enero de 2015 - 02:47 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Así es. El que alguna (remota) vez fue el “orgulloso” medio de transporte capitalino, se terminó de “degenerar” del todo.

Atrás quedaron los días de aquellos momentáneos “flashes” de civilidad, respeto y súbito ataque de refinamiento en el comportamiento ciudadano; verbigracia: ceder el asiento a las damas de la tercera edad, a los ancianos, no comer en el articulado, no escuchar música, no arrojar basura, no manosear, no colarse, no brincarse la registradora, no vender comida adentro del sistema, ni dar “conciertos exprés”,… etc.

En estaciones como Museo (entre docenas), cada 5 minutos se sube una expresión diferente del “folclore urbano” a hacer su presentación; las que en un 80% aproximadamente resultan estridentes e irritantes. Más allá de la espesa “fragancia marihuanezca” que transpiran algunos de sus… artistas.

En Avenida Jiménez, a diario, unas 200 personas se burlan los controles de acceso al sistema, un alto porcentaje de ellas “habitantes de la calle”. E insisto, más allá del penetrante y abrasivo “bouquet” que transpiran (meses sin bañarse), el ultraje al que se somete al usuario de Transmilenio es inaudito y exasperante.
La impotente administración no debería “trasladarnos esa carga”.

Aunado a lo anterior, los pésimos e incivilizados hábitos del ciudadano “promedio” coadyuvan eficazmente a denigrar el sistema; costumbres que a veces resultan tan repelentes como el “aroma a indigente” (suena odioso sí, pero ellos tienen un “humor” característico, irrefutable). Me refiero entonces a los incultos que no ceden la silla, a los que “chasquean” y botan en el interior del autobús sin vergüenza alguna el chicle, la grasosa papa frita, la cáscara de banano, la pepa de la mandarina o el último vástago de la manzana. Aquellos repulsivos que hieden a licor y con botella en mano ingresan al articulado perturbando al resto y aquellos amigos del “cosquilleo” y aliados del hampa, que hallaron en Transmilenio la pista perfecta para hacer correr todas sus mugrientas fechorías, sin que nadie logre neutralizarlos. Entre otros “especímenes” que tienen devastado el sistema.

En Transmilenio se toca, se vende, se come, se huele, se oye y se ve de todo. El mercader de Venecia... y el de La Candelaria, de Suba, Ciudad Bolívar, Kennedy, Chapinero, Engativá y demás hacen de las suyas allí, ante los ojos impávidos e infructuosos de la autoridad y el Distrito. Lo propio con el cuatrero de cualquier rincón de Bogotá.

¡“Amalaya” aquellos días en los que autoridades policiales y político-administrativas hicieron su trabajo, priorizando la seguridad, la dignidad, la viabilidad y la estabilidad del masivo sistema de transporte! ¡Amalaya aquellas épocas en que el ciudadano transpiraba, se esforzaba o, por lo menos, aparentaba civilidad, respeto, decoro y prudencia!

No hay compromiso por parte de los operadores, no hay disciplina por parte de la autoridad, no hay sentido de pertenencia por parte del ciudadano (nativo o foráneo), no hay vigilancia ni control por parte de nadie, ni tampoco hay gobierno. En menos de cinco años Transmilenio bien podría llegar a convertirse en una sede móvil de la extinta “Calle del Cartucho”. (¡!)

Dudo mucho que aquellos alérgicos a las más elementales normas de urbanidad y códigos de conducta en el interior de una colectividad, carentes de todo sentido de pertenencia hacia su ciudad o nación, les sean obedientes a sus principios, honrados a su patrimonio, leales a su familia o fieles a su pareja.
Y en esto mucho tiene que ver el ejemplo de quienes, desde las riendas del Estado, castrado tienen el sentido de pertenencia y respeto por el país.

 

Fernando A. Carrillo *

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.