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Violencia sin sangre

Columna del lector

12 de octubre de 2014 - 10:41 p. m.

Nos encontramos inmersos en un momento histórico muy especial, donde todo lo relevante tiene un puesto dentro de los medios de comunicación.

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Diariamente aparecen blogs, ensayos, noticias, textos, entre otros, con temas de sexualidad, de política, de economía, de fútbol, de belleza, de salud, etc. Empero, ¿dónde queda la ternura? ¿En qué blog aparece? ¿Quién habla de ternura? ¿Será acaso que ella no está presente en nuestras vidas y por ello no aparece en nuestros medios de comunicación?

Claramente, la ternura hace parte de nuestro diario vivir: en las relaciones de noviazgo, en las relaciones de familia, en las relaciones interpersonales y hasta en el cuidado de sí mismo. Sin embargo, no parece tener una clara aparición en la escena pública. La ternura es un acto individual, y colectivo, propio de la vida íntima, pero no por ello debemos condenarla a ese único y estrecho espacio. La ternura es un elemento más de nuestra vida, tan importante como la política y tan práctico como la sexualidad, aunque poco se habla de ella.

Muchas veces se cree que no nombrar algo es igual a desconocer su existencia; tal parece ser el caso de la ternura. Mientras no se hable de ella, nosotros y nuestros cuerpos no seremos más que unos ignorantes afectivos, personas que intentan expresarse pero que no saben cómo. Negar una parte de nuestra sensibilidad, en este caso la ternura, es generar un daño muy sutil (tanto consigo mismo, como con el otro), una violencia que no se ve, pero que igual se siente: una violencia sin sangre.

La falta de información acerca de la ternura es alarmante. Y más preocupante aún es el afán de algunas personas por evadir este tipo de temáticas. Se puede evidenciar la falta de una educación afectiva en nuestra ciudad (Bogotá). En muchas ocasiones encontramos hombres y mujeres torpes con sus movimientos afectivos, personas que confunden el acariciar con agarrar, consentir con subvalorar. Tan fuerte es la renuncia a la afectividad, que aún hoy en día, este papel en la familia y en la sociedad es atribuido casi que de manera exclusiva a la mujer. Las preguntas que me hago ante tal situación son: ¿acaso el hombre no está capacitado para ser también un representante de la ternura? ¿Qué debemos entender por ternura? ¿Debemos vivir, siempre, bajo máscaras de acero que escondan nuestros sentimientos? ¿No existe la ternura en los hombres? Etc.

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La ternura es una manifestación, es una cualidad, una virtud, es una forma de expresión y, como tal, no entiende de géneros. Debemos afrontar que no somos de hierro, que tenemos sensibilidades diferentes y que el afecto no es una muestra de debilidad, y que tampoco le debe ser propio y exclusivo de un género. La ternura como manifestación afectiva, de una o de otra forma nos hace más humanos, y no debemos limitarla, porque querer limitar aquello que viene de nuestro sentir es negar una parte de nuestra humanidad. De ahí mi invitación a querer explorar esa faceta de una manera más abierta, donde la ternura nos abra la puerta a nuevas formas de conocimiento, a nuevas formas de vernos los unos a los otros.

A todos nos corresponde hablar de ternura: es un lenguaje universal. Lo saben los niños, lo saben los ancianos, lo saben las madres, lo saben las novias, y aunque para algunos parezca increíble, lo sabemos los hombres.

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*Diego Andrés Casallas Herrera

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