Atalaya

Llevando la contraria

Juan David Zuloaga D.
30 de mayo de 2019 - 05:00 a. m.

Desde hace muchos años, al menos desde cuando entabló una larga polémica en la revista El Malpensante con William Ospina, vemos a Alejandro Gaviria defendiendo y hasta promoviendo muchos valores que el mundo contemporáneo exalta y que giran en torno a la libertad individual: la libertad de expresión, la libertad de culto, el derecho al consumo de la dosis mínima, el derecho a morir dignamente.

Lo vemos también participando en el debate público con argumentos serios y ponderados, tratando de convencer con razones (y en ocasiones tratando de hacer entrar en razón) a sus detractores y a sus contradictores.

En filosofía llámanse este tipo de personas ilustrados. Herederos de una tradición que encuentra si no su inicio sí uno de sus puntos de apogeo en el siglo XVIII, y que, gracias a este movimiento filosófico y espiritual, se denominó Siglo de las Luces o Siglo de la Ilustración. Fundamenta esta doctrina filosófica y esta tendencia espiritual la creencia (y hasta el anhelo) de que la discusión sana y honesta de las ideas permite sacar a quien yerra del error y conduce de manera indefectible a la construcción, al encuentro o a la conquista de la verdad, según sea la concepción de verdad que se defienda. Creo no equivocarme, entonces, si afirmo que Alejandro Gaviria es un ilustrado en el sentido filosófico del término. Que también lo es en el otro sentido de la palabra lo muestra en su compendio de ensayos titulado Alguien tiene que llevar la contraria, que terminé de leer hace unos días.

El libro está dividido en tres partes. En la primera encuentra el lector ora una defensa, ora una apología del liberalismo (la otra gran vertiente filosófica que ha moldeado su pensamiento), muchas veces en franco diálogo y rica glosa de las ideas y los textos de Estanislao Zuleta, otro conspicuo apologista de la libertad.

En la segunda parte, titulada “Hechos y palabras”, encontramos un curioso ensayo sobre la evolución que ha tenido, desde que se acuñó, la categoría de la meritocracia, un ensayo entrañable sobre las peripecias que sufrió la publicación de El origen de las especies de Charles Darwin y un análisis sobre la guerra contra las drogas en Colombia en el que se muestra su triste y caprichoso inicio, y sus lamentables efectos permanentes.

En la última parte —“Los hechos, los hechos...”— se empeña en mostrar, en contra de la creencia equivocada y el lugar común de que en Colombia se ha hecho todo mal desde, digamos, la fundación de la república, que, aunque hay todavía muchos aspectos por mejorar en los más diversos órdenes de la nación colombiana, hay también muchos logros y muchas conquistas que no permiten seguir sosteniendo la creencia de que nada hemos avanzado hasta hoy.

En uno de los ensayos que componen el libro escribió el autor esta exhortación: “Lleven la contraria. Combatan la extorsión moral de las mayorías. Resistan la tiranía de la opinión pública”. Precisamente eso ha venido haciendo Alejandro Gaviria desde hace unos cuantos años; y, a mi juicio, lo ha venido haciendo bien.

atalaya.espectador@gmail.com, @Los_atalayas

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar