Lo básico de la revolución tecnológica

Gonzalo Hernández
26 de noviembre de 2019 - 05:00 a. m.

Todo el mundo habla de que estamos en medio de una revolución tecnológica y científica, con cambios en la ciencia y la tecnología que superan en velocidad y en capacidad transformadora de la sociedad lo visto en revoluciones anteriores.

Nuevas tecnologías llegan tan rápido a nuestras manos que incluso mencionarlas como ejemplos es prácticamente innecesario –repetitivo y aburrido–. Lo que no puede perderse de vista es precisamente la forma como las tecnologías están redefiniendo nuestras sociedades y sus instituciones.

Y lo más importante tiene que ver con que más allá del acceso a la tecnología, lo que importa es el acceso de los ciudadanos a los dividendos de los avances científicos –a los retornos que dejan–. Estamos ante una situación que, por muy moderna y sofisticada que se presente, y por mucha confusión e incertidumbre que genere, importa en relación con un aspecto bastante básico: la distribución social de la riqueza. Ayer nos enfocábamos en los retornos de la tierra y las máquinas, hoy tendremos que poner especial atención a los dividendos de las tecnologías digitales, la inteligencia artificial y la ingeniería genética.

Los nuevos dividendos, como los anteriores, pueden ser democratizadores o pueden concentrar el poder en algunos pocos. Para enfrentar este entorno rápidamente cambiante y permitir que los dividendos tecnológicos permeen democráticamente la sociedad, se necesita primero una sociedad con capacidad de esponja, capacidad que solo se construye con otro aspecto bastante básico: una mejor educación, no solo en niveles avanzados de ciencia y tecnología, sino también con una educación de mejor calidad a nivel de primaria y secundaria, que hace mejores ciudadanos, pero que infortunadamente aún no ha llegado a muchos excluidos de la sociedad colombiana.

Es otra razón más para que la educación sea parte de una política de Estado, de largo plazo y no del gobierno de turno, con priorización concreta de la educación en los presupuestos públicos y financiada con reducciones en los gastos militares y con más impuestos progresivos.

No es posible tener una sociedad verdaderamente democrática si la desigualdad económica –de ingresos y riqueza– permite que unos pocos concentren el poder político y que lo puedan ejercer sobre una amplia mayoría (desigualdad política). No será posible tener una sociedad verdaderamente democrática si, aunque todos tienen acceso a cierto tipo de tecnología, solo unos pocos a sus dividendos. La educación básica es la que permite una mejor distribución social de los dividendos de la ciencia y la tecnología.

La ciudadanía no debe permitir que los adjetivos frecuentes de la revolución: tecnológica, digital, 4.0 o incluso 5.0, confundan las demandas sociales más básicas. Esas demandas son la condición necesaria para acceder de manera democrática a los dividendos de la ciencia y la tecnología. Colombia no asimilará debidamente la revolución tecnológica si no adelanta ya su revolución educativa.

Los países en desarrollo, como Colombia, tienen un reto particularmente importante. Por no haber logrado atender sus desafíos educativos a tiempo, ya se dice que el tren los ha dejado atrás. Bueno, ahora el tren va más rápido.

* Ph.D. en Economía, University of Massachusetts-Amherst. Profesor asociado de Economía y director de Investigación de la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co/blogs/gonzalohernandez/).

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