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Lo que está ocurriendo en Cali con el arzobispo Darío Monsalve es aterrador y peligroso. Los momios y algunos de sus opinadores han emprendido una cruzada feroz contra este pastor, solo porque maneja un lenguaje reconciliador.
Es un hecho sin precedentes en la historia de Cali, pues siempre la feligresía de alta alcurnia no solo había apoyado, sino que se había sometido a todo lo que buenamente quisiera el arzobispo de turno quien, guardadas proporciones, era una especie de papa porque se le consideraba infalible. En la administración anterior de monseñor Sarasty pasaron cosas vergonzosas para la Arquidiócesis e inclusive para la ciudad misma, y ninguno de quienes hoy tienen en la mira a monseñor Monsalve se molestó ni protestó. A Sarasty todo le era permitido a pesar de sus imborrables faltas institucionales y personales, porque no tuvo la audacia de hablar de paz, ni de promover un discurso con contenido social, ni menos de abrir las puertas de su casa a exguerrilleros.
Pero bastó que este nuevo monseñor llegara con una postura renovadora; se le vino el mundo encima. “Comunista”, “vocero de la teología de la liberación”, han sido los menores epítetos que le han lanzado a monseñor Monsalve, cuya gestión están empañando con calculadas publicaciones o interesadas columnas cargadas de odios ajenos y propios, creando un clima adverso a este sacerdote para que ejerza su ministerio. Desde sindicarlo de tener quebrada la Arquidiócesis hasta tergiversar el alcance y sus propósitos legítimos de defensa en un litigio que cursa en los estrados judiciales para mostrarlo, sin pruebas, como un derrochador o un avivato.
Pero estos momios no están solos en su demencial empresa difamatoria contra Monsalve. El perverso “Héroe de Invercolsa”, el siempre deslenguado Fernando Londoño Hoyos, no tuvo inconveniente en lanzar el infundio de que monseñor Monsalve le estaba haciendo campaña a la FARC y obligando a unos sacerdotes a votar por este grupo político. Falso. El arzobispo recibió públicamente en Tuluá a algunos miembros del partido político FARC para sostener una reunión a la que asistieron otros prelados, sin que en ella nadie hubiere expresado apoyo electoral, como irresponsablemente lo pregonó el estafeta de los momios.
En otra ocasión, el arzobispo Monsalve recibió en su casa a Rodrigo Londoño, con quien sostuvo una entrevista rutinaria, que escandalizó al momierio caleño. Cómo se atreve a recibir a un exguerrillero en su propia casa que es la de Dios, clamaron las voces de la ultraderecha, calificando de hereje al anfitrión de ese inofensivo encuentro, aunque no les importó que en ese mismo lugar antes otro monseñor hiciera cosas impublicables. A esas personas que le censuran a Monsalve su reunión con los exinsurgentes, que no disimulan su amor incondicional por el Centro Democrático, no les incomoda que en ese grupo político milite Everth Bustamante, tan exguerrillero como Rodrigo Londoño.
Indigna lo que pasa en Cali y lo que pueda suceder en el futuro. Alucinante que una comunidad poderosa haya cerrado filas para aniquilar a un sacerdote decente, que predica la palabra de Cristo entre los descarriados y no sólo entre los ricos. Algo similar ocurrió con Camilo Torres, a quien el laureanismo y un cardenal ultragodo hostigaron hasta aventarlo a los brazos del Eln. Esta infame campaña contra Monsalve podría incitar a que otros insensatos atentaran contra su vida. No sería el primero en caer asesinado en la capital del Valle del Cauca, antes fuerzas oscuras acribillaron a monseñor Duarte Cancino.
¿Dónde anda la altiva casta de jóvenes empresarios y tecnócratas caleños que dizque quieren regresar a su ciudad para rescatarla? ¿Por qué tan silentes? Están perdiendo una oportunidad de oro para asumir el liderazgo que aspiran ejercer, a menos que lo que pretendan sea simplemente heredar a los momios, como ha sido siempre.
Adenda. Dos magníficos libros. Política internacional de Colombia del profesor Benjamín Ardila Duarte, y El pensamiento administrativo sobre el Ministerio Público en Colombia e Hispanoamérica, del profesor Miguel Malagón Pinzón.
