Los corruptos ganarán de nuevo

Jorge Gómez Pinilla
08 de agosto de 2018 - 05:00 a. m.

Hay ciertas predicciones de las cuales el analista político que haya acertado debería sentirse ufano, pero en el caso que nos ocupa más bien producen escozor, pues si bien se pudo haber acertado en el vaticinio, no era precisamente eso lo que uno quería que pasara.

Un caso relativamente reciente de "trágica" predicción exitosa fue cuando, dos meses antes de la elección de 2016, dije en columna para El Espectador que “Trump va a ganar”, basado en ocho elementos de análisis: novedad, imagen, salud, dinero, imbecilidad, curiosidad, sorpresa y, por último, el factor judío. (Ver columna).

Un segundo caso de derrota en ciernes tiene que ver con la consulta anticorrupción prevista para el 26 de agosto, y frente a la cual oscuros nubarrones permiten prever lo que será una tormenta perfecta… a favor de los corruptos.

Considerando el altísimo rating político que tiene cualquier forma de lucha contra la corrupción, aquellos que se verían perjudicados han enfocado su rechazo en dos frentes: diciendo que se trata de una consulta “de la izquierda”, a la que satanizan, o enfilando baterías contra las principales promotoras de la consulta, Angélica Lozano y Claudia López. A esto se le conoce como falacia ad hominem: ante la imposibilidad de derrotar un argumento, lanzan un ataque personal contra su autor.

En el caso que nos ocupa los embates van desde quienes pretenden descalificar el referendo porque Angélica y Claudia son pareja -con lo cual queda incrustado en el imaginario colectivo el lado "homosexualizador" que usaron en el plebiscito-, hasta un ataque tan ruin como el del doctor Fausto, reconocido uribista de Twitter: “Me pregunto por qué Claudia López nunca fue judicializada por haber asesinado a su hermano (sic) cuando la lanzó por la baranda de un edificio en la época que su mamá administraba un edificio”. (Ver trino). Lo cierto es que Martha, la hermana de Claudia, murió al romperse una claraboya mientras jugaba con sus primos, cuando ella tenía cuatro años. Culparla del accidente y acusarla de asesina supera cualquier bajeza posible.

Sumado a esa campaña de propaganda negra, que arreciará a medida que se acerque la fecha crucial, está el factor matemático: para que la consulta triunfe se requiere que participe al menos la tercera parte de los electores que componen el censo electoral, o sea 12’231.314, y se necesita además el voto afirmativo de la mitad más uno de los sufragios válidos: 6’115.658 votantes.

Es obvio que los opositores de la consulta (o sea los corruptos asustados) promoverán la abstención porque saben que todo voto, así sea negativo, contribuye a aumentar el umbral. Esto se traduce en que la suma de votos positivos deberá ser casi la misma correspondiente al total de votantes requeridos.

¿Cuántos de los diez millones de colombianos que en la pasada elección votaron por Duque, y cuántos de los ocho que votaron por Petro, votarían a favor en la consulta del 26? Obvio que la inmensa mayoría de los de Petro, y no se descarta que una parte de los que votaron por Duque también estén a favor de acabar la corrupción política y administrativa. Pero eso mismo da una idea de las dificultades existentes para lograr que la consulta anticorrupción salga airosa: una cosa son los altos guarismos de votación que en Colombia se logran para una votación presidencial, y otra cosa que la gente se anime a salir a votar un domingo que no coincide con ninguna otra elección.

El mejor referente es el plebiscito del 2 de octubre de 2016, cuando se presentó una situación absurda a más no poder, consistente en que al país se le convocó a que decidiera si quería la paz o la guerra, y gracias a la campaña de propaganda negra que la extrema derecha desató contra el Gobierno de Santos triunfó el No, sumado a que decenas de miles de personas se abstuvieron de votar por el Sí porque las encuestas lo daban ganador por más de 20 puntos y “un voto menos a nadie perjudica”.

Hoy asistimos a la reedición de un absurdo similar, pues el mismo pueblo indolente y cobarde que eligió al títere de Álvaro Uribe ahora debe decidir si le pone un tatequieto a la corrupción o si prefiere apoyar a los corruptos, y todo indica que preferirá la segunda opción.

Solo una última cosa habría que agregar: espero estar equivocado.

DE REMATE: ¿Por qué Santos fue tan impopular?, se preguntaba la revista Semana el domingo pasado. La respuesta es de perogrullo: porque en Colombia el más "popular" sigue siendo un individuo acusado de crímenes de lesa humanidad ("falsos positivos"), masacres (El Aro, La Granja) y asesinatos (Pedro Juan Moreno, Jesús María Valle), a quien los medios de comunicación tratan como si fuera el patriarca que guía a la nación por la senda del camino correcto, pese a que en la práctica ocurre lo contrario.

En Twitter: @Jorgomezpinilla

http://jorgegomezpinilla.blogspot.com/

 

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