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Sirirí

“Los sordos ya no hablan”

Mario Fernando Prado
14 de agosto de 2020 - 05:00 a. m.

Este es el título de la más reciente novela del prolífico e incansable escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal, que bien pudo intitularse Crónica de una tragedia anunciada o Se los dije, porque es un relato de la tragedia de Armero que, al igual que este pueblo, quedó sepultada en el olvido y nunca aparecieron los culpables ni los responsables de una catástrofe que se vio venir y nadie hizo nada.

Allí se pueden leer los cientos de comentarios preventivos que de manera constante publicó Álvarez Gardeazábal en varios periódicos del país, advirtiendo de manera profética lo que se vendría como resultado del deshielo del Nevado del Ruiz, algo que atribuyeron a su apocalíptica imaginación y fue tomado por no pocas autoridades como una falsa alarma o, como dicen ahora, un falso positivo.

Desafortunadamente, tuvo razón el escritor y lo que premonitoriamente señaló se convirtió en una dolorosa realidad que aún lloran miles de damnificados, olvidados por el Estado. En esos momentos, Álvarez Gardeazábal se ocupó de otros menesteres que, paradójicamente, lo salvaron de esta catástrofe ocurrida hace 35 años, el 13 de noviembre de 1985.

Fue el piloto, cineasta y fotógrafo payanés Guillermo Cajiao Lenis (q. e. p. d.), el más avezado retratista de los volcanes colombianos, quien, fotografías en mano, le comenzó a otorgar a Álvarez Gardeazábal la credibilidad en torno a la erupción de un volcán en cuya existencia nadie creía.

Y miren lo que pasó. Por esta razón la novela editada por la Universidad Autónoma Latinoamericana (Unaula) resulta “apasionante, contradictoria, inquisitiva y obliga a cualquier lector de sus páginas a emitir un juicio sobre lo que fue esta desdicha”.

Desde su confinamiento en su hacienda El Porce, entre Tuluá y Riofrío, donde lleva 147 “crónicas de un enchuspado”, escritos diarios sobre varios temas de actualidad, pero ante todo protestando por el confinamiento al que están condenados los mayores de 70 años, la pluma de Álvarez Gardeazábal no ha descansado un instante.

 

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